Un noticiero de
televisión transmitió un reportaje que nos dejó una gran moraleja. Las imágenes
de un reportero sorprendido al entrevistar a un japonés en medio de los
escombros. El panorama lucía desolador, similar al de una zona de guerra, y sin
embargo el japonés sonreía.
“¿Y cómo se las
arreglará?”, le preguntó el periodista mientras caminaban sobre pedazos de
maderas y restos de viviendas. “Me dice la gente que las cosas se han
complicado, que hay escasez de alimentos, de agua”.
El japonés lo
seguía sin dejar de sonreír. Y cuando el reportero le dio el micrófono,
respondió: “Sí, en realidad me quedé sin casa, sin vecindario y eso podría
parecer una desgracia, pero no lo es, porque pude rescatar a mi hijo. Mi casa la
puedo reconstruir, pero la vida de mi hijo no.
Si usted, como yo,
sigue conmovido y preocupado por el terremoto, el tsunami y la crisis nuclear
que golpeó a Japón y causó la muerte de miles de personas, lo invito a
reflexionar en el otro terremoto, el que desde hace tiempo sacude y confunde a
niños y jóvenes.
Me refiero al
terremoto cultural, al que afecta a la sociedad con nuevas palabras, nuevos
paradigmas, valores, normas y estilos de vida.
Lo grave de este
sismo es que no se detiene y toma cada día más fuerza a través de los medios
impresos y electrónicos. En especial de la televisión, revistas, películas,
internet, en fin. Por ahí se cuelan y fomentan todas las novedades “culturales”,
sin analizar cuál es su origen y sus implicaciones, qué conceptos manejan y cómo
se manifiestan en el mundo.
En México y en
diversos países del mundo una de las múltiples manifestaciones de este terremoto
cultural es la creciente generación de chavos “cool”, es decir, de chicos
rebeldes que nunca toman responsabilidades ni son capaces de elegir. Jóvenes que
se caracterizan por apelar muy seguido a sus derechos pero no conocen ninguno de
sus deberes, y viven como si no existieran límites y la vida fuera una
aventura.
¿Cuántos personajes
de la televisión y de la música fomentan este tipo de vida llena de excesos, sin
compromisos ni obligaciones?
Qué tal si
comenzamos con Charlie Sheen, ¿le suena? El hombre que ha sido noticia a nivel
mundial en las últimas semanas por excederse en drogas, alcohol e insultos a
quienes lo hicieron rico y famoso, y esto lo llevó a perder a su familia y su
trabajo.
El actor es de las
“estrellas” mejor pagadas en Hollywood, ganador del Globo de Oro, el Emmy y
otros premios, y protagonista de una de las series norteamericanas más
populares.
Millones de dólares
ha ganado Sheen por representar el papel de un soltero egoísta, irresponsable y
hedonista que considera a las mujeres un objeto sexual y las cambia como si
fueran cartas. Todo esto frente a su sobrino adolescente que vive en su
casa.
Podemos seguir con
Lady Gaga, considerada hoy por hoy de las artistas más influyentes de la
industria musical a nivel mundial. Con sus locuras y delirios también esta mujer
atrae cada vez más al público juvenil. Su imagen provocativa y rebelde en donde
aparece en los escenarios embarrada de pintura roja por el cuerpo e invitando a
los jóvenes a no apenarse de hacer lo que quieran, tiene cautivados a millones.
Sepa usted que a su
reciente espectáculo en San Antonio, Texas, asistieron adolescentes y niños a
pesar de que su show incluye incitar a los hombres a quitarse la ropa y cosas
peores.
La lista de los
personajes “cool” más seguidos por la juventud es interminable.
Por eso la moraleja
del japonés es muy oportuna. Mientras el reportero no podía entender por qué
sonreía cuando había perdido su casa, el hombre sólo pensaba en la alegría de
haber rescatado a su hijo del terremoto.
¿Lograremos
nosotros rescatar a los nuestros del terremoto “cultural”? Estamos a tiempo de
realizar un ejercicio de discernimiento ante esta nueva cultura que nos afecta a
todos, sobre todo a niños y jóvenes.
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