ODA A UNA SILLA DE RUEDAS
No me había
fijado bien en tí, hasta que un día, alguien me preguntó... ¿No la odias? Me
quedé sin respiración... ¿Odiarte...? Eres mis piernas y todo lo que necesito
para desplazarme por la vida... ¿Odiarte? Eres mi libertad y cuando llego al
lugar elegido, me siento ligera como un pájaro...Y feliz, porque no necesito a
nadie... ¿Cómo podría odiarte...?
Quizás a otros no se les ha
ocurrido nunca darte las gracias por existir, por esperar a los pies de la cama
cuando te necesitamos. Y ahora por llevar una batería estupenda que "ha
jubilado" a la persona que te empujaba.
¿A cuantos habrás
paseado...? Gente que ya había perdido la esperanza de asomarse a la vida, oler
las flores, escuchar la canción de los arroyos... A lo mejor ni lo sabes, porque
lo tuyo es ayudar, sin esperar nada a cambio.
Tengo a dos
sobrinos maravillosos que, cuando eran pequeños, se peleaban por sentarse en mis
rodillas para que los paseara... Nunca te quejaste del "exceso de peso". Era un
paseo apacible, sin prisas... Creo que te gustaba llevarlos tanto como a
mí...
Muchas veces, sin
darme cuenta, acaricio "la bola" suave y brillante que me sirve para ponerte en
marcha. ¿Cariño? ¿Agradecimiento..? No lo se. Pero lo hago.
Si alguna vez puedo volver
a levantarme –que no lo creo– ¿me echarás de menos? ¿Pensarás que ahora que ya
no te necesito, ni te uso, voy a olvidarme de tí...? Nunca será así, querida
silla de ruedas... porque el agradecimiento de tantos años de luchar y sufrir
juntos, estará ahí... Por eso, no te regalaré nunca a nadie. Por lo menos, hasta
que me muera. Y a lo mejor, para entonces, ya te habras hecho
viejecita...
¿Nadie ha pensado
en hacerte un "monumento"...? ¿Porqué, si lo tienen otras cosas menos útiles...?
Quizá no estás en medio de una plaza porque nunca te han necesitado... ni sueñan
como nosotros en volar... Sientes que no puedes correr con las piernas, pero
puedes hacerlo con la imaginación, con la ilusión de superar tantas
frustaciones... Y decirle al mundo que tu corazón y el mío laten con el mismo
ritmo que el de los atletas de las Olimpiadas. Yo lo hago, mientras me llevas
–casi me "meces"– por esos caminos llenos de sol que a veces no necesitan llegar
a ningún sitio concreto..
Bueno, quería
decírtelo para qué, esté donde esté, sigas acordándote de mí. Y de la felicidad
que me has dado... Te quiero con todo mi corazón, querida silla...
Una minusválida
...