Obligaciones personales,
jornadas laborales eternas, parejas, hijos y ocupaciones varias que muchas veces
hacen que la amistad en la adultez quede en la sala de espera. Las distintas
fases de un vínculo basado en la elección y no en el destino. Las
particularidades de la amistad, uno de los bienes emocionales más preciados del
ser humano.
Son los testigos de nuestras biografías. Es casi imposible no
recordar alguna etapa de nuestra vida en la cual las alegrías y las penas no
hayan sido compartidas con aquellos hermanos del alma. Los peleamos, los
alegramos, los reconfortamos y los queremos siempre de manera incondicional. Los
amigos, aquellos leales compañeros de la vida. Pero, la amistad tiene su propia
biografía. En ciertas etapas de la vida el tiempo dedicado al vínculo ya no es
el de la juventud, cuando prácticamente eran los amigos con quienes más horas
compartíamos.
Hill Mc Graw autor de la publicación 'Infancy through adolescence',
explica que en los años adolescentes, la amistad es el vínculo por excelencia:
'Ellos sienten que están entre pares. La amistad es más intensa en la
adolescencia que en cualquier otra época de la vida. En la adolescencia, los
amigos son más íntimos y se prestan más apoyo que a edades anteriores; también
exigen una mayor lealtad, compiten menos entre sí y comparten más con sus amigos
que con sus padres' .
En la juventud todas la actividades se hacen junto a los amigos. Van
al colegio juntos, practican deportes, actividades de recreación, van a bailar y
comparten charlas tan interminables como entrañables. Quizá, por ello la amistad
en la adolescencia sea un vínculo que luego será muy difícil superar. Las
relaciones más adelante pueden ser más endebles o circunstanciales.
Cuando se llega a la adultez ya no se tiene un millón de amigos sino
más bien perduran aquellos con quienes el vínculo se fortalece a pesar de la
escasez de tiempo. El psicólogo Miguel Espeche, confirma esta realidad: 'Las
amistades tienen cualidades muy diferentes de acuerdo a la edad. Y aunque la
persona no queda determinada por sus amistades, sí queda marcada por ellas y por
el lugar que ocupa en el grupo. Lo importante de la amistad es que es una
relación que se basa en el afecto. No se trata del destino sino de una
elección'.
La intensidad de las etapas previas a la adultez quizá sea
incompatible con la vida adulta en la cual la conformación de la familia propia
y las obligaciones laborales dejan poco tiempo para los amigos. Pero, ya no será
la cantidad sino la calidad de la amistad lo que estará en juego para conservar
el vínculo.
'En la adultez la amistad parecería perder esa cualidad de
'esencial', los afectos recaen en la familia. Pero esto cambia una vez más en la
vejez', afirma el psicólogo social Alfredo Moffatt. En la tercera edad, la
amistad vuelve a los orígenes, al compañerismo , se recuerda y también se viven
nuevas experiencias compartidas. Se tienen códigos en común y existe una gran
complicidad que revivirá el vínculo que se había cosechado en los años jóvenes.
Los grandes afectos tienen su propia trayectoria y biografía. Existen
momentos de gran esplendor, luego habrá una pequeña tregua y tiempo más tarde se
volverá con más experiencia a compartir con mayor fuerza y cariño.
Con poco o mucho tiempo los amigos siempre están ahí: para llorar la
pérdida del primer amor, para emocionarse con el nacimiento de un hijo, para
pedir un consejo sin importar el espacio o el tiempo o simplemente, para tener
la sensación de compartir un instante con una persona que no pedirá nada cambio.
Pasan las edades, pasan las etapas, quedan los amigos.