En cada adulto vive escondido un niño.
Detrás de la corbata o de la blusa, detrás de las canas o de las gafas de sol,
detrás de las prisas o del espejo, detrás de la mueca de tristeza o de la sonrisa entre irónica y escéptica...
permanece un niño que no acaba de morir y que desea brillar con energías nuevas.