Hace tiempo encontré en mi camino al ser más desgraciado del mundo.
Éste tenía una simple apariencia, al igual que su carácter.
Él brindaba amor a toda la gente; sonreía aunque recibiera malas caras de respuesta;
saludaba a todos, a pesar de que el silencio fuera su contestación;
ayudaba a otros, aún cuando recibiera un “de nada” como agradecimiento.
Pero ese día le pregunté:
-¿Por qué no dejas de hacer eso?- y el reflejo del aparador me contestó…
-Porque aprendí a amarme, y que el ser humano siempre será humano.
Me gustò y se los envio.
Mara