Erase una vez un hombre que decidió colarse en los campos de sus vecinos para robar un poco de trigo.
-Si solo tomo un poco de cada sembrado, nadie se dará cuenta -se dijo-.
Pero, cuando reúna todas las espigas, tendré un montón de trigo para mí.
Así que esperó a que llegara una noche muy oscura, en que las nubes espesas tapaban la luna y salió sigilosamente de su casa.
Se llevó a su hija pequeña con él.
-Hija -susurró-, vigila bien y hazme una señal si alguien se acerca.
El hombre entró en el primer campo y empezó a cortar espigas y al poco tiempo su hija gritó:
-Padre, alguien te vigila.
El hombre miró a su alrededor pero no vio a nadie. Así que juntó el trigo robado y se fue al otro campo.
-Padre, alguien te vigila! -Gritó otra vez la niña.
El hombre se detuvo y miró en todas direcciones pero tampoco vio a nadie.
Recogió su haz y se deslizó al último sembrado.
-Padre, alguien te vigila!. -Advirtió la niña de nuevo.
El hombre se detuvo, miró a su alrededor y tampoco vio a nadie.
-Se puede saber por qué no paras de decirme que alguien me vigila? -preguntó enfadado a la niña-.
He mirado por todas partes y no he visto a nadie.
-Padre -murmuró la niña-. alguien te vigila desde el cielo.
FUENTE: BENNET, William J.: `El Libro de las Virtudes para Niños', Ediciones Grupo Z, décima reimpresión, Barcelona,