Las Visas de Bosques
Gracias a la película ‘La Lista
de Schindler’ de Steven Spielberg hemos conocido las acciones riesgosas
realizadas por Oskar Schindler para salvar a unos 1200 judíos del holocausto
nazi.
Sin embargo pocos hemos oído
hablar de la labor del mexicano Gilberto Bosques para salvar la vida de más de
40 mil personas durante la ocupación nazi en Europa.
Gilberto Bosques Saldivar fue el
Cónsul General de México en Francia de 1939 a 1944, quien respondiendo al
llamado de su propia conciencia, ayudó desde su posición diplomática a huir de
los regímenes franquista y nazi a refugiados españoles republicanos, judíos
franceses, libaneses, socialistas, comunistas y otros perseguidos, entre ellos
líderes políticos europeos de oposición y miembros de la resistencia
antifascista, quienes habían sido señalados para ser enviados a los centros de
concentración, ofreciéndoles a todos ellos residencia y nacionalidad
mexicana.
Cuando París estaba a punto de
ser tomada por los alemanes, Bosques sale de la ciudad y tras varios viajes
decide asentar el consulado en Marsella, el puerto de la zona del Gobierno
francés de Vichy, nominalmente independiente de los alemanes.
Su primera preocupación fue
defender a los mexicanos residentes en la Francia no ocupada, pero al conocer
las atrocidades de la persecución nazi protegió también a otros grupos. Apoyó a
libaneses con pasaporte mexicano y a refugiados españoles que buscaban huir de
los nazis. De hecho, se cree que fue él quien convenció al presidente Lázaro
Cárdenas de abrir las puertas de México a los republicanos españoles. Era tan
grande la afluencia de refugiados que buscaban una visa mexicana que Bosques
alquiló dos castillos (el de Reynarde y el de Montgrand) para convertirlos en
centros de asilo mientras se arreglaba su salida hacia México. Entre 800 u 850
fueron alojados en uno de los castillos, mientras que en el otro se albergaron
500 niños y mujeres.
Adicionalmente, rentó varios
barcos que salieron del puerto de Marsella transportando Judíos y otros
perseguidos hacia países Africanos donde más tarde fueron trasladados a México,
Brasil, Argentina y otros países de América. En un periodo de dos años, bajo su
auspicio, poco más de 40,000 visas fueron expedidas para quienes deseaban huir
de la tiranía nazi.
Al concedérseles visas mexicanas,
las autoridades francesas los dejaban salir del país porque consideraban que ya
no serían un problema político para ellas. Más complicado fue el caso de los
judíos. El consulado ocultó, documentó y les dio visas a numerosos judíos, pero
era mucho más difícil sacarlos de Francia.
Desde Marsella el embajador
mexicano también tuvo que hacer frente al hostigamiento de las autoridades pro
alemanas francesas, al espionaje de la Gestapo, del gobierno de Franco y de la
representación diplomática japonesa, que tenía sus oficinas en el mismo edificio
de la delegación mexicana.
Finalmente México rompió las
relaciones diplomáticas con el Gobierno de Vichy. Gilberto Bosques presentó la
nota de ruptura. Poco después el consulado fue tomado por asalto por tropas de
la Gestapo alemana, que confiscaron ilegalmente el dinero que la oficina
mantenía para su operación. Bosques, su familia (su esposa María Luisa Manjarrez
y sus tres hijos: Laura María, María Teresa y Gilberto Froylán; entonces de 17,
16 y 14 años, respectivamente) y el
personal del consulado, 43 personas en total, fueron trasladados hasta la
comunidad de Amélie-les-Bains. Después, violando las normas diplomáticas, se les
llevó a Alemania, al pueblo Bad Godesberg, y se les recluyó en un “hotel
prisión”.
Bosques fue finalmente liberado y
regresó a México en abril de 1944. Miles de refugiados españoles y judíos lo
esperaban en la estación de ferrocarril de la capital para recibirlo. Su júbilo
zumbaba en el andén de la estación ferroviaria. Lo cargaron en hombros. Era al
México generoso y libre al que ellos exaltaban en Gilberto Bosques, el más
sobresaliente ejemplo del característico espíritu de la solidaridad de los
mexicanos.
Una de sus más grandes lecciones
de vida es que aunque resulte difícil, no es imposible mantener la decencia de
uno frente a la maldad moral. Pues al ayudar a otra persona quien en tu
comunidad, tu sociedad o tu nación se ha convertido en un paria, un rechazado, y
sabiendo que al hacerlo puedes ganarte el desprecio, el escarnio, e incluso el
poner en riesgo tu vida, es tomar una posición moral de valor incalculable, que
puede alterar y dar un rayo de luz y un viento de esperanza en medio de lo que
parezca un reinado de terror omnipotente.
El 4 de junio de 2003 el gobierno
austriaco impuso a una de sus calles, en el Distrito 22 de Viena, el nombre
Paseo Gilberto Bosques.
Los pocos que conocen la historia
de Gilberto Bosques suelen llamarlo "El Schindler Mexicano". Y así como
Schindler tuvo su lista de trabajadores judíos protegidos, Bosques tuvo sus
visas a la libertad: “Las Visas de Bosques”.
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