— Sr. Barquero, buenos días.
¿Usted ha oído hablar del teorema de Pitágoras?
— Pues no señor,
mire usted, yo no fui a la escuela.
— No me diga.
Fíjese que no saber el teorema de Pitágoras... Usted ha perdido un 15% de su
vida.
— Sr. Barquero,
¿usted sabe algo de las guerras de los medos contra los persas?
— No señor, es la
primera vez que oigo eso.
— Qué pena, ha
perdido un 10% de su vida.
— Sr. Barquero,
¿usted ha estado en Australia?
— ¿Y eso qué
es?
— Es un país. Lo
que sí le digo es que, usted, Sr. Barquero, ha perdido un 30% de su vida. Mire
que no conocer Australia...
— Sr. Barquero,
¿qué me dice de las mitocondrias de la célula?
— Como no me dé más
datos...
— Ha perdido un 15%
de su vida.
— Sr. Barquero,
¿sabe cuál es el planeta más grande?
— Pues yo diría que
la Tierra.
— Se equivoca. Ha
perdido otro 10% de su vida.
— Sr. Barquero,
¿usted ha navegado en internet?
— "¿Y ése qué río
es?" — respondió el barquero.
— Qué desastre,
usted ha perdido el 20% de su vida.
En eso, el río se
encrespó. Tanto que el barquero ya no podía alcanzar ninguna de las dos orillas.
El agua comenzaba a meterse en aquella pobre barca. Le preguntó el buen barquero
al hombre sabio:
— Oiga, esta barca
se nos va a hundir, ¿sabe nadar?
— "No" — respondió
el erudito —, "nunca he tenido tiempo para aprender."
— Pues a ver si
puedo ayudarle a que no pierda el 100% de su vida…
¡Cuánto sabemos! O
al menos cuánto podemos saber. Nunca habíamos tenido tanta información tan a la
mano. Pero a veces no sabemos lo importante. Sabemos cómo funciona el esfínter
pilórico del aparato digestivo de la ostra, pero no sabemos de dónde venimos.
Hemos pisado la Luna pero no sabemos a dónde vamos. Sabemos que el perímetro de
la tierra es de 40,040 kilómetros, pero ignoramos el sentido de la vida. Sabemos
el número exacto de neuronas que tiene el cerebro humano pero no sabemos cómo
dejar de ser egoístas para empezar a amar a los demás. A servirles. A ser
desinteresados en la amistad. A renunciar a los propios planes con tal de ayudar
al esposo, a la esposa, a un amigo, a la madre, a la compañera de trabajo, al
jefe, al empleado que depende de nosotros, a la señora de la tienda de la
esquina, al padre, a la hija, al sobrino, al vecino, a la suegra, al
desconocido, al que vende periódicos, al político, a la cajera, al de la
gasolinera...
"Al atardecer de la
vida nos van a examinar del amor", decía San Juan de la Cruz. No nos van a
preguntar el teorema de Pitágoras ni la manera más rápida y eficaz de usar un
buscador de internet. Pero si nunca hemos dado de comer al hambriento, si nunca
se nos ha ocurrido darle un vaso de agua al sediento, si no le hemos dado algo
de ropa al que pasaba frío, si no le hemos abierto la puerta al que no tenía
casa..., no sabremos nadar muy bien en las aguas de la
eternidad.