Las personas reaccionan con nosotros de acuerdo con el reflejo que les damos. Si siempre sonríes, alegre, vas a tener personas a tu alrededor; si eres malhumorado, van a mirarte de reojo y evitar tu compañía. Y como una bolita de nieve descendiendo por la colina, la situación tiende a complicarse cada vez más.
El caso es que estás siempre queriendo agradar a los demás, no a ti mismo. Buscas la aprobación exterior, cuando tú mismo deberías aprobarte.
La opinión que tenemos de nosotros mismos es muy importante. Y, aunque se niegue, la opinión que los demás tienen de nosotros es importante también, aunque en menor grado. Pero atención: una opinión exagerada de ti mismo, tanto en un sentido como en otro, es nociva. El equilibrio es fundamental.
Sin interferir con tu personalidad, puedes cambiar. Aprende a ser una persona bonita, sin buscar la aprobación exterior; eso vendrá por añadidura.
Pon una sonrisa en tu rostro, aún estando a solas. Acuérdate siempre de cosas graciosas o bonitas, eso te proporcionará un aire de felicidad. Y la felicidad interna lleva belleza al exterior, por los ojos, por las actitudes, por los gestos y hasta por el habla.
Eres un ser importante. Para ti, para el mundo, para Dios.