En Chihuahua, nacidos tierra adentro, tenemos una nostalgia muy honda por el mar. Donde quiera que estemos sentimos su oleaje y nos engañamos con el viento recreando mareas en caracolas vacías, en medio de los desiertos y las llanuras.
La mirada se nos pierde en el horizonte infinito, en un territorio de extensas praderas, de profundas barrancas y majestuosas montañas; de un cielo muy lejano y de paisajes increíbles donde el agua se desprende desde lo más alto para caer en cascadas, como la de Basaseachic, que en el fondo de las cañada se deshace en arcoíris.
Miramos el mar en las dunas de los médanos de Samaluyaca y morimos de nostalgia por un pasado remoto que traemos en la memoria de los siglos.
Buscando el mar encontramos nuestros ríos, como el Urique, cuyo cause – en noches de luna llena semeja un caudal de plata-, serpentea por las laderas de la Barranca del Cobre hasta desembocar en Sinaloa donde cambia de nombre y se le conoce como El Fuerte
En Chihuahua, la tierra parece infinita, como su cúpula celeste.
Feliz fin de semana un abrazo grande.