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Paseo por los prados de este jardín, donde están guardados nuestros recuerdos; enciendo un cigarrillo y al compás del humo que en caprichosas figuras se va al infinito; despacio, sin prisa, vienen a mí los momentos felices que vivimos sin sospechar la tragedia que entre los dos se cernía. Te resistías a la despedida ¿recuerdas? A dejarme sin ti ; nos sacudieron vientos de terrible rebeldía por no querer aceptar lo dispuesto por el creador. Quisimos ser dos seres en uno, entregarnos de por vida, y se nos dio la dicha de conocer el amor.
Te fuiste en plenitud de vida, cuando el mundo era lo que tú querías. Qué cosas extrañas que el destino nos deja, cuando la vida sonrríe , hay acechando mil penas.
Sigo pensando en el día que nos vimos por vez primera; tú con tus pocos abriles, yo con cincuenta primaveras, tu abrazabas el cielo, yo daba tropiezos en la tierra. ¿Recuerdas que se nos abrió el universo? que golpeteaban caricias de alientos divinos a nuestro rostro, despertaron tus anhelos de ser amado, pues desdichas pasadas eran la renuencia de tu entrega; y fuimos plenos, seguros de que por fin se unieran nuestras razones al sentimiento puro de un amor verdadero.
Estuvimos juntos hasta el final; fue en este espacio de colores de alegría y cantos de aves que habrían de convertir la tristeza en felicidad. Pero la pena de tu partida me dejó llorando, sin aceptar por completo que el ser supremo te llamó. Por eso hoy vengo a recordarte como siempre, en este lugar plasmado de melancolía, hablarte en silencio, mostrarte como luzco en mi pecho, ya no en mis ojos, este collar engarzado con las perlas de nuestro llanto que eternamente nos unirá.
Mañana y siempre he de llegar a pensarte como cada día, como cada noche, a este nuestro jardín, y fusionando nuestra esencia esperamos la luz del alba, mientras el humo del cigarrillo se lleva nuestras palabras para que nadie escuche lo que pensamos.
Margarita
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