El sol
Y no buscaste un sol, no; le tenías dentro del corazón, y ya el instante de su feliz oriente presentías...
¡Ese sol era Amor! Astro fecundo que el corazón inflama y, con su fuego iluminando el mundo, como un sol en el alma se derrama. Ante él los sueños de la fe benditos, las blancas ilusiones, la esperanza, y del alma la virgen poesía, todo en enjambre celestial se lanza a hacer en torno al corazón el día.
Así también el sol del firmamento fúlgido al asomar. La flecha de oro de su rayo primer rasga el espacio... En el pálido azul del éter vago, las últimas estrellas cintilan en sus limbos de topacio, tiemblan, se apagan tímidas... y luego el astro rey desde el confín profundo sacude sobre el mundo su cabellera espléndida de fuego.
Como bocas amantes que se aprestan al beso voluptuosas, entreabren palpitantes su incensario de púrpura las rosas. Las brisas se levantan a despertar los pájaros dormidos en el tibio regazo de sus nidos, y ellos, alegres, despertando, cantan. Y cantando despiertan el inquieto rumor de los follajes, y el bosque todo, saludando al día desata la magnífica armonía de sus himnos solemnes y salvajes.
Y todo es vida rebosando amores y todo amores rebosando vida. Desde el trémulo seno de las flores cargadas de rocío; desde el murmullo del cristal del río, y el retumbo soberbio de los mares; desde la excelsa cumbre de los montes y el azul de los anchos horizontes hasta la inmensidad del firmamento, es todo luz, perfumes y cantares, es todo amor, y vida y movimiento.
Tu sol, el de tu amor, por mucho tiempo dentro de tu alma retardó su oriente; por mucho tiempo su divino rayo no iluminó sobre tu regia frente las lindas flores de tu rico mayo. Por mucho tiempo en vano la belleza te revistió de sus preciosas galas, y en torno de tu espléndida cabeza impaciente el amor batió sus alas.
Por mucho tiempo así. Llegó el momento, la ansiada aurora, el despertar fecundo: y, tú lo sabes bien: dentro de mi alma, ante el sol de tu amor, alzose un mundo.
El mundo de mi loca fantasía, mi mundo de poeta, un pedazo de cielo que se abría en la región del alma más secreta, un enjambre de sueños voladores en torno de dos almas cariñosas, y del alba a los tibios resplandores un escondido tálamo de rosas para el sueño nupcial de los amores.
Un cáliz desbordado de embriagueces, de inmortales delicias, un torrente de besos, de suspiros, de lágrimas de amor y de caricias. ¡Ah! ¿Dónde estaba de mi lira ardiente la orgullosa canción que supe un día? ¿Do la palabra que, bañado en fuego, al oído feliz de la belleza, en otro tiempo modular sabía? ¿Do las flores gentiles que el poeta al pasar la Hermosura derramaba con musa fácil, juvenil e inquieta?
¿En dónde está mi audacia, en otro tiempo. en otro tiempo tan feliz y loca...?
Ante el sol del amor que vi en tus ojos, cayó a tus pies mi adoración de hinojos mi alma tembló y enmudeció mi boca.
manuel maria flores.
prospe. 2012 |
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