Dicen las estadísticas que de cada cien habitaciones en los hospitales, 50 están ocupadas por pacientes con enfermedades nerviosas y mentales, por pacientes que se derrumbaron bajo la abrumadora carga del ayer y de los temidos mañanas. La mayoría estarían sanos si hubieran vivido un solo día cada día.
“No desanimarse por el pasado, ni angustiarse por el futuro, sino vivir con entusiasmo el presente”. La norma parece sencilla, pero no es fácil cumplirla, pues nosotros solemos vivir en otros tiempos que no son los nuestros. Hay que reconocer que el pasado ya pasó, el futuro no ha llegado y lo único que tenemos es el presente.
No hay que temer el futuro. “el mejor modo de prepararse para el futuro es vivir con todo el entusiasmo el presente.
Somos esclavos del pasado y del futuro. Y aquí las preocupaciones son las que acaban con nuestra vida.
“Sólo un día cada día, ese sea tu pensar. Lo demás: déjalo todo en las manos de Dios”.
La preocupación es uno de los grandes problemas de nuestra humanidad.
La preocupación quita la paz, arranca la tranquilidad, enferma y acarrea la muerte.
Hay que preparar el porvenir por todos los medios posibles, pero sin ansiedad y sin afanarse.
Hay que vivir al día y en el momento de que se tiene. Es cierto que cuando la tormenta arrecia, cuando las dificultades aumentan es difícil no perder la calma.
Felices los que viven una hora cada hora, y un día cada día, felices los que viven y gozan cada momento.
“Hay dos días que no quiero jamás recordar: el ayer, con todas las cosas desagradables que me trajo, y el mañana, con todos los problemas que me pueda traer.
Sólo me preocupo porque mi hoy sea alegre,
entusiasta, feliz y bueno”.
“Feliz será aquel que fuertemente
sepa vivir el hoy en paz y en alegría.
Y que al pasado le diga francamente:
déjame en paz.
¡Quiero vivir bien este día!”