Cuando a nuestras abuelas les daba por tejer, definían el tamaño de un chaleco o bufanda contando la cantidad de puntos que debía hacer, giros, diagonales, etc. Cuando algo sucedía con el producto final, ya sea que se le hubiera corrido un punto o cualquier cosa que pusiera en peligro su diseño, sabían como repararlo, conocían al revés y derecho la técnica. Y si no les gustaba el tejido, o el chaleco cuello polo le quedaba chico a alguno de nuestros padres entonces lo tomaba y deshacía, así podría ocupar nuevamente la lana y hacer algo diferente o más grande.
Este tiempo ha sido un deshacer y hacer tejidos, no es que sepa el arte de los palillos, pues mientras armo un panorama para mi vida, proyectos y sueños, por otro lado desarmo mis “chalecos” y “bufandas” que me vestían por mucho tiempo. Y todo por volver a mi “desnudez espiritual”, mi inocencia, mi santidad. Y no es que fuera un idealista buscando el paraíso olvidado, solo es que ciertas cosas que tejí ahora no me gustan o me quedan pequeñas, necesito más lana, los colores que tengo no me gustan, de hecho las polillas han mellado por ahí.
Hoy casi vuelvo a reclamar, y no es que me pase la vida orando así, sencillamente las explicaciones que busco, las justificaciones que aparentemente necesito para tener mi alma en paz me han hecho clamar desde la cueva de Elías, le pregunto a los mismos cuervos que lo alimentaban como andan las cosas con los otros que viven en las casas, como estará la “congregación de los justos”, cómo está mi alma. Luego vuelvo hacia el fondo de aquel escenario esperando tan solo el susurro del viento trayendome nuevas noticias. Entonces la siempre milagrosa voz de Dios aparece y me recuerda que he vencido mis frustraciones y miedos, y que me no me impaciente por aquello que por fe se tiene la certeza, entonces miro mi alma y veo cual tejido comienza a “deslanarse”, la imagen de mi abuela aparece intentando deshacer un chaleco, y lentamente noto como comienza a desvanecerse, y de pronto solo queda la incadescente luz de Aquel que en ella habita. “Esta lana no sirve ni para estropajo”- oigo decir por un lado-”Veamos que tal si en vez de lana usamos algodón, y esos hilos de seda multicolores que usamos con José”-
Siento el vacío profundo, pero es un vacío lleno, no abismal, nada me cubre esta vez, es como si fuera solo vapor de hombre, suspendido en algo semejante al aire, y a lo lejos la conversación similar a la que oía cuando pequeño, mi madre intentando dejarme quieto para medir mis brazos, el cuello, el torso, y luego comenzar a tejerme un sweter. Se escucha lejano, me siento solo, veo a varios seres alados cruzando veloces por mi lado, no se percatan que estoy ahí, de hecho me traspasan como si fuera de esos espectros de película, hasta que entonces veo a uno que con la sola mirada me dice: “está listo, ven a probártelo y luego nos dices que te parece”.
Tus manos me hicieron y me formaron; ¿Y luego te vuelves y me deshaces? Acuérdate que como a barro me diste forma; ¿Y en polvo me has de volver? ¿No me vaciaste como leche, Y como queso me cuajaste? Me vestiste de piel y carne, Y me tejiste con huesos y nervios. Vida y misericordia me concediste, Y tu cuidado guardó mi espíritu. Estas cosas tienes guardadas en tu corazón; Yo sé que están cerca de ti. Si pequé, tú me has observado, Y no me tendrás por limpio de mi iniquidad. Si fuere malo, ¡ay de mí! Y si fuere justo, no levantaré mi cabeza, estando hastiado de deshonra, y de verme afligido. Si mi cabeza se alzare, cual león tú me cazas; Y vuelves a hacer en mí maravillas. (Job 10:8-16) Casí vuelvo a reclamar, solo que esta vez el tejido era perfecto, y Dios amorosamente me dice : “no te acostumbres a él, porque cuando vuelvas a crecer deberé deshacer el tejido y hacer uno nuevo para ti”. No sé si locura, impensada esquizofrenia, no estuve bajo sedantes ni nada que se le asemeje, solo sé que mientras armo mis propios chalecos y compro la lana de los mercados de la Vida, ví a Dios deshacer el tejido de mi alma y como vuelve a armar con punto cruz, el más maravilloso diseño de su inconmensurable amor. ¿Vamos al telar del Alma antes de pensar meternos en la cueva?