LECCIÓN DE VIDA
Ya es tiempo de sementera, y en los surcos de la arada se escucha ya la tonada que ayer se escuchó en la era.
Que este anhelo de poesía de mi ser, que no se harta jamás de luz y armonía Dios se la dio al alma mía para que yo la reparta
Por eso busco los modos de cantar en mis poesías pasiones, que siendo mías, son las pasiones de todos.
Y quisiera conseguir hacer a todos sentir un mismo anhelo infinito, y, ante mis versos oír a cada uno decir: “eso lo hubiera yo escrito si yo supiera escribir.”
Quiero hacer bien en mi vida, para sentir en mi pecho esa dulzura escondida que engendra la indefinida satisfacción del bien hecho.
Que es verdad que, aunque hay quien nunca logrará entenderlo, hay un goce en hacer bien por solo el goce de hacerlo
Y es que al que siembra este suelo de rosales de poesía, de esperanzas, de alegría, de fortaleza y consuelo; y el que le da a sus hermanos rosas de consejos sanos y palabras bondadosas… ¡le queda siempre en las manos algún perfume de rosas!
Siento en mi pecho bullir ansias de amar con fervor… ¡qué quien no derrocha amor no sabe lo que es vivir!
Compartir quiero mis días con otras almas hermanas y partir mis alegrías que, en lo que tienen de humanas, tan suyas son como mías:
Abrir a todos mis brazos y consolar sus pesares, y, entre rimas y cantares darles la vida a pedazos.
Y, al fin, rendido quisiera poder decir cuando muera: Señor; yo no traigo nada de cuanto tu amor me diera…. ¡todo lo dejé en la arada en tiempos de sementera!
Allí sembré mis ardores, vuelve tus ojos allí, que allí he dejado unas flores de consuelos y de amores… ¡y ellas te hablarán de mi!
José María Pemán
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