Es mítica, es mágica; es la joya de la corona del reino de Tamerlán, el tesoro de Asia, la perla de la Ruta de la Seda, la estrella brillante del Este Samarkanda evoca aún ensoñaciones de las "Mil y una Noches" y un sinfín de leyendas relacionadas con un tesoro oculto de Alejandro de Macedonia por el que en 1825 perdieron su ambición y la vida, atacados por los bandidos Afridi que custodiaban el Kafiristán, miles de aventureros que aprovecharon la contienda greco-turca para lanzarse en busca de la codiciada fortuna.
Pero la leyenda de Samarkanda es más antigua; se remonta a muchos siglos antes de que sus bazares se llenaran de desesperados trotamundos que suspiraban por aquel escondido tesoro sobre el que tanto se rumoreaba en las caravanas de la Ruta de la Seda.
Pero para recalar en la milenaria Samarkanda, a orillas del Zeravshán, puede servir de guía en Uzbekistán, uno de los países independientes más recientes y cuna de una de las civilizaciones más antiguas y fascinantes que se conocen. El destino virtual de hoy fue capital de la hasta hace poco conocida como Asia Central Soviética durante el reinado del lider mongol Tamerlán versión europea de Timur Lang o Lenk (Timur, el Cojo), incluido Ghenghis Khan, quien había borrado literalmente Samarkanda del mapa en 1212, uno de los caudillos militares más crueles que ha dado la historia y que, obsesionado con la belleza de Samarkanda, lanzó sus hordas contra Bagdad y decapitó a los habitantes de la que por entonces se consideraba la ciudad más próspera y poblada del mundo conocido.