La sociedad es un inmenso mercado, donde muy temprano las personas son etiquetadas y colocadas en algún lugar, sin elección posible. El guapo, el feo, el
desarreglado, el inteligente, el retrasado, el grande, el pequeño, el normal,
el anormal...
Y se juzga, sin piedad, a los débiles, los fuertes, los vencedores, los perdedores,
los sanos, los enfermos.
Se le llama diferente a aquél que no está en la misma línea de normalidad que
la mayoría de los seres humanos. Pero, ¿Qué es ser diferente sino el hecho de no ser igual?
¿Acaso no somos así, todos diferentes?
¿Por qué etiquetar, si todos traemos en nosotros innúmeras riquezas, aunque en muchas ocasiones imperceptibles a los ojos humanos?
¡Sí! ¡La diferencia pide permiso!!!
¡Dame oportunidad!
¡Déjame mostrar quien soy, a mi debido tiempo! Déjame desarrollar mis
capacidades y haré florecer mi desierto.
Pido la oportunidad para mostrar de lo que soy capaz. Pido aceptación para estar
en mi lugar, no el escogido para mi, sino a donde soy capaz de llegar.
¡Si no plantamos semillas, jamás colectaremos frutos!
Dejar que cada cual desarrolle a su tiempo y ritmo su potencial es
dar apertura al mundo. Es la diversidad de las flores lo que dá belleza a un jardín.
¿Quien es normal y quien es anormal si la sangre corre de la misma forma en todos,
si el corazón late de la misma manera, si las lágrimas tienen el mismo color y si la
sonrisa habla con las mismas palabras?
La diferencia pide aceptación, pide respeto, pide tolerancia y pide,
sobre todo, mucho amor.
¡La diferencia pide permiso!...
Mara