RECUERDOS QUE AYUDAN A VIVIR
Los recuerdos van y vienen, las añoranzas invaden mi ser llenándome de un profundo y doloroso sentir, duele tu ausencia, duele tu indiferencia, el desamor que mostraste, las ofensas, todo lo que destruiste, duele, duele todo, desde la raiz del pelo hasta las puntas de los dedos. Todo es sombrío, pero de pronto saco del corazón un recuerdo de algo muy lindo que vivimos los dos, no todo debe ser recordar lo malo, tambien existen buenos momentos. Hace años ya, fuimos a un complejo termal en medio del monte; a la noche, luego de cenar, me pediste salir fuera del hotel, era una oscuridad total, no se veía ni donde poníamos los pies; con miedo me aferré a tu mano y comenzamos a caminar con pánico de adentrarme en ese oscuro silencio. ¿Donde me llevas? le pregunté, me contesta, mamá, mira hacia arriba, y yo elevé mis ojos y quedé extasiada mirando ese cielo tachonado de estrellas refulgentes en medio de la noche. Una belleza digna de ser admirada, algo que en la ciudad no lo podemos apreciar. Nos rodeó una paz y un encanto que no tengo palabras para expresar ese íntimo e inmaculado momento. Me sentí tan pequeña ante esa majestuosidad, tan feliz de haber disfrutado de ese cielo agarradita de tu mano. Que lejos está ese recuerdo en el tiempo, pero no así en mi mente, lo atesoraré muy bien para mantenerlo allí, para que él me ayude a desterrar los feos, a sacar los fantasmas que nublan mi corazón, ese corazón de madre que ama y perdona hasta lo imperdonable.
LEONOR
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