Champagne, mujeres y música, ahí voy", dijo João Gilberto antes de salir de Juazeiro, la pequeña localidad de Bahía, cuando apenas tenía 18 años. Se escapaba de un futuro como abogado, de una vida pueblerina y del apodo Joaizinho . El músico inició un largo y tortuoso camino de casi diez años, viviendo de la caridad de otros, mudándose de varias casas, siendo internado fugazmente en un sanatorio psiquiátrico y encerrado por meses en diferentes habitaciones, hasta llegar a crear esa música que maravilló al mundo.
Un hombre introvertido, con una personalidad excéntrica y enigmática, y un guitarrista excepcional que poseía una cadencia nueva que nadie sabía explicar. Joao Gilberto fue uno de los mayores referentes de la música brasileña del S.XX
No fumaba, apenas bebía, prácticamente no asistía a ninguna de las fiestas o reuniones que se realizaban, y le gustaba poetas como Carlos Drummond Andrade.
Una noche inesperada, João Gilberto entró en el corazón de la escena de Copacabana y en ese círculo de jóvenes músicos que a partir de ahí lo convertirían en su gurú. Fue como una noche inaugural. Para muchos, el primer encuentro real con ese ritmo distinto, que nadie sabía cómo llamarlo y que en poco tiempo se convertiría en la bossa nova.
Era la fiesta de las bodas de plata de los padres de Roberto Menescal, (uno de los impulsores del movimiento de la bossa nova) y alguien llamó a la puerta. Cuando abrió, un joven que nunca había visto preguntó: "¿Tienes una guitarra ahí? Podríamos tocar alguna cosa. Soy João Gilberto". El ya había oído hablar de él, sabía que se trataba de un bahiano medio loco y genial, fabuloso guitarrista, cantante afinadísimo. Le invitó a entrar. João Gilberto pasó entre las decenas de invitados -nadiese fijó en él- y fueron al cuarto del fondo. No dijo nada más. Examinó la guitarra, la afinó y cantó "Ho-ba-la-lá", su propia composición. "La voz de João Gilberto era un instrumento de altísima precisión. Dejaba caer cada sílaba sobre cada acorde como si las dos cosas hubieran nacido juntas. João repitió el tema cinco o seis veces más, con mínimas alteraciones, pero cada versión parecía mejor que la anterior. Menescal no resistió más. Lo agarró por el brazo con guitarra y todo y salió con él por la noche a exhibirlo a todos sus amigos. En apenas una noche y casi todo el día siguiente (ninguno durmió) él les abrió los oídos para una música brasileña más rica de lo que jamás se habían imaginado."
Así cuenta Ruy Castro, en su libro "Chega de saudade", el momento en que el músico comienza a escribir una nueva historia: a partir de esa noche no habrá artista joven que no quiera sacar en la guitarra su sonido secreto de la mano derecha, cantar baixinho y hasta comportarse como João Gilberto.
A João también se le adjudicaban efectos hipnóticos sobre las personas, además de tener un oído absoluto, una manera de tocar de otro planeta y posibles poderes sensoriales. Cantaba bajito mientras intentaba eliminar cualquier ruido de la respiración y otras imperfecciones. Era un perfeccionista exagerado y maniático.
Su primer disco, fue Chega de Saudade (1959). que, además de varias composiciones de Tom Jobim, contenía varios sambas y canciones populares de los años 30 pero arregladas con el distintivo estilo de la bossa nova. El resultado de las 12 canciones que integran ese vinilo se debe agradecer al genio de Gilberto, a ese swing único, al dominio del ritmo, a esa sincronicidad perfecta entre la voz y la guitarra. Y también a la paciencia estoica de Tom Jobim, que soportó todos los pedidos de João porque sabía que estaba en presencia de una "inteligencia superior", como dijo en alguna ocasión.
"Eres un burro, Tom" llegó a decirle al gran mientras grababan el disco. Jobim comprendió que João no necesitaba de grandes arreglos, como escribiría en la contratapa del disco: "Cuando João se acompaña con la guitarra es él, cuando la orquesta lo acompaña, la orquesta es él".
Alrededor de 1962 la bossa-nova ya había sido adoptada por músicos de jazz estadounidenses como Stan Getz. Este último invitó a João Gilberto y Tom Jobim para que colaboraran en lo que acabó convirtiéndose en uno de los discos de fusión bossa-nova/jazz más vendidos de la historia, Getz/Gilberto.
De este trabajo destaca la composición de Jobim / Vinicius de Moraes "Garota de Ipanema" (La Chica de Ipanema; en su versión inglesa, The Girl from Ipanema), que se convirtió en una canción clásica del pop internacional y llevó a la fama a Astrud Gilberto, mujer en aquel entonces de João Gilberto y cantante en este tema.
La historia del disco Getz/João Gilberto tampoco fue color de rosa. Uno de los primeros cruces entre el saxofonista y el guitarrista lo tuvo que sufrir Tom Jobim. "Tom, dile a éste que es un burro". Jobim le tradujo: "João dice que está muy contento de grabar con usted". "Por el tono de voz no lo parece", replicó Getz. Sin embargo, el resultado fue asombroso y el éxito en el mundo, también. En lo económico las diferencias fueron notables. Con las ventas del disco, Stan Getz se compró una mansión de 25 habitaciones. João cobró 25.000 dólares y ganó dos Grammys que se olvidaría en un armario durante una mudanza. Astrud Gilberto, que había intervenido en la versión en inglés de "Garota de Ipanema", ganó 130 dólares.
El disco siguiente, Ela é Carioca, fue lanzado el año 1968, cuando João Gilberto estaba residiendo en México.
El disco João Gilberto, lanzado en 1973, representa un cambio desde la creación de la bossa nova.
En 1976 fue lanzado The Best of Two Worlds, con la participación de Stan Getz y de la cantante brasileña Miúcha (Heloísa Maria Buarque de Hollanda), hermana de Chico Buarque que se había convertido en esposa de João Gilberto en abril de 1965.
El disco Amoroso (1977) tuvo arreglos del músico Claus Ogerman.
En el disco de 1981 Brasil, João Gilberto trabaja con Gilberto Gil, Caetano Veloso y María Bethania, quienes a finales de los 60 habían creado el movimiento Tropicalismo basándose en la bossa nova y fusionándola con elementos de rock.
En 1991 lanzó João, un disco particular por no contar con ninguna composición de Tom Jobim y, en su lugar, utilizar canciones de Caetano, Cole Porter y composiciones en español.
El último que sufrió y disfrutó de la genialidad del maestro fue Caetano Veloso. La última vez que tocaron juntos en Buenos Aires todos pugnaban por grabar el histórico encuentro para festejar los 40 años de la bossa nova. La palabra del maestro fue terminante. Después de aquellos mágicos encuentros, João se arrepintió y le dijo al empresario local: "Qué pena no haberlo grabado". Quizá por eso, más tarde el músico se dejó convencer por Caetano para volver a un estudio de grabación después de diez años. Pero no pudo convencerlo de agregar a Jacques Morelelbaum para los arreglos. Gilberto prefirió guitarra y voz. No hubo discusiones. Caetano acompañó al maestro durante las sesiones. Con eso estuvo más que feliz. João no se equivocó: "João, voz e violao", también fue una obra maestra y marcó una vuelta a los clásicos de la bossa-nova.
Joao Gilberto. Único, inimitable, siempre lejano y misterioso y sin embargo tan cerca, siempre.