Aprendo pacientemente lo que la vida tiene que enseñarme.
Aveces desearía que la vida fuera como un elevador, llevándome a nuevas alturas con facilidad y sin esfuerzo; que mi único trabajo fuera disfrutar el viaje hasta la cima. Mas la vida es más parecida a una escalera —y mi papel es subir un escalón a la vez, aprendiendo y creciendo espiritualmente a medida que subo.
Si surge un obstáculo, hago una pausa y presto atención. Pregunto: ¿Qué puedo aprender de esto? Los retos crean oportunidades cuando estoy dispuesto a explorarlos. Cada obstáculo es mi maestro. Confío en que el proceso de la vida expande mi conciencia a nuevas maneras de comprensión. Soy agradecido, paciente y estoy dispuesto a aprender.
Gozaos profundamente cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.—Santiago 1:2-3
Expando mi visión para ver posibilidades ilimitadas.
Veo más allá de los parámetros del pasado para admirar un mundo de posibilidades ilimitadas. A medida que mi visión se expande, creo espacio para mayor bien, comprensión espiritual y amor.
Intelectualmente, sé que mi espíritu es ilimitado. Al estudiar y practicar los principios espirituales, mi conciencia del Cristo morador también se expande. Acepto y expreso más mi naturaleza divina. Recibo con beneplácito mi pleno potencial a medida que navego por la vida. Tengo una mayor claridad de propósito y nuevas maneras de ofrecer mis dones para bendecir a otros.
Demuestro receptividad a medida que transito el camino que Jesús mostró que era posible para todos nosotros.
Alza ahora tus ojos y, desde el lugar donde estás … Toda la tierra que ves te la daré.—Génesis 13:14, 15