EL HAMPA QUIERE CAMBIAR - LOS "BIENANDROS"
Los innumerables 'ranchos' (viviendas precarias, en
venezolano) agolpados colina arriba en la periferia de Caracas conforman unos
insalubres laberintos de escaleras que son el caótico caldo de cultivo perfecto
para la delincuencia.
Así, Petare, el más grande de esos barrios en la
capital venezolana con 40 kilómetros cuadrados, es considerado uno de los más
peligrosos rincones de Caracas, capital que en 2012 registró 122 homicidios por
cada 100.000 habitantes según el Observatorio Venezolano de la Violencia
(OVV).
Con ese récord, la metrópoli venezolana ostenta el
dudoso honor de ser la tercera más peligrosa del mundo, sólo superada por la
hondureña San Pedro Sula (169 por 100.000) y la mexicana Acapulco (143 por
100.000), según la ONG mexicana Seguridad, Justicia y Paz.
Al patrullar zonas como Petare, los soldados, sobre
todo al caer la noche, se encuentran con delincuentes organizados en pequeñas
bandas. La mayoría jóvenes como Fernando Núñez, que aprovechan la impunidad que
le garantizan las oscuras escaleras en las que viven para campar a sus
anchas.
Fernando no tenía ni trece años cuando decidió empuñar
un arma para salir a robar. Como casi todos, amparados por el laberíntico Petare
y ante el virtual abandono por parte de una familia
desestructurada.
El joven explica : 'La necesidad de mis padres. La poca
educación que tuve. Querer tener algo como unos zapatos mejores como los de mi
amigo y no tener el dinero. Eso te hacía pensar ¿por qué yo no? Pues agarras un
arma y sales a robar para demostrar que sí podía tener esos
zapatos'.
Pero Fernando está arrepentido y asegura que ha
cambiado. Es uno de los miembros de la fundación 'El hampa quiere cambiar',
grupo de antiguos delincuentes juveniles que, con ayuda de militantes del
oficialismo, han querido poner fin a su violento modo de vida.
Junto a otros exdelincuentes, Fernando trabaja con la
fundación por los barrios de Caracas para convencer a otros para que dejen la
mala vida y se integren en sociedad.
'Muerte, prisión o silla de ruedas'
'La prisión, la muerte o que te dejen en silla de
ruedas, esos son los tres caminos a los que te lleva delinquir', es el
contundente argumento de Manuel cuando trata de convencer a los
jóvenes.
Para ello, Manuel Joan, uno de estos 'malandros
arrepentidos', se vale de su experiencia: 'Uno conoce quién está robando y quién
está echando vainas (vida ociosa y dispuesto a delinquir), porque uno andaba en
la misma vida'.
Así es que junto a sus compañeros trabaja en esa labor
de concienciación llamando a los que son como él a deponer las armas y dejar la
mala vida. Con su fundación ofrece 'educación, deporte y trabajo'.
Lo hace barrio arriba, adentrándose por esas escaleras
que tan bien conoce por haber crecido allí, justo por donde no pasa la policía,
y si lo hace es 'cayendo a plomo', como le explicó un agente a BBC Mundo en
referencia a los frecuentes tiroteos.
Además de su labor de concienciación y reclutamiento,
'El hampa quiere cambiar' ejerce tareas de intermediación entre los diferentes
grupos enfrentados.
'Uno ya conoce a los líderes. Vamos a dialogar para
hacer las paces. Si hay hechos de sangre, si es por una moto o por una tontería.
Trabajamos en tratar de apaciguar', explica.
Pero además desarrollan un proyecto para poner en
marcha una carpintería y taller de mecánica para que tras dejar el arma, los
jóvenes aprendan un oficio.
'También queremos ayudar a los privados de libertad
por los que nadie mueve un papel. Muchos pagaron por su delito y no han podido
salir', agrega.
'Bienandros'
Según cifras del gobierno, a lo largo de 2012 en
Venezuela se registraron poco más de 16.000 homicidios, un 14% más que el
ejercicio anterior. La tasa por cada 100.000 habitantes fue de 54.
Sin embargo, el Observatorio Venezolano de Violencia
(OVV) eleva el cálculo a cerca de 22.000, para una tasa anual de 73 homicidios
por cada 100.000 habitantes.
Para tener una idea del contraste, en Argentina, la
tasas de homicidios violentos es de 5 por cada 100.000 habitantes.
Decidió poner en marcha la que ahora es la fundación
que preside, llamada 'El hampa quiere cambiar'.
'Para abarcar a todo el que tenga antecedentes, y
darle una oportunidad a todo el que la sociedad rechace y ayudarlo a que
reflexione y se dé cuenta de que la delincuencia no es el camino', dice.
'Es mejor hacer el bien y no andar por ahí empistolado',
agregó.
'Segunda oportunidad'
Otro de los rescatados por 'El hampa quiere cambiar',
Carlos, cuenta cómo empezó a robar cuando no tenía ni siquiera 13
años.
'Lo mío fue por tener una moto. En mi banda éramos
como 16 y hoy en día somos tres los que seguimos vivos. Empezamos a robar, en
callejones, a los que entraban y salían, a los que llegaban con el mercado. Uno
no creía en nadie', cuenta.
A sus 30 años, cuenta que lo dura que es la vida en un
barrio como Petare y lo fácil que es acabar como delincuente.
'Cuando uno está frito, sin plata, le dicen a uno
'vente con nosotros'. Cuando uno viene a ver, ya está echado a perder, ahora
tiene que matar por el amigo, y tiene que robar', recuerda.
Según cuenta, aunque no se puede hablar de
delincuencia organizada en Caracas, sí que hay cierto liderazgo: 'El más viejo,
el que más ha echado vainas, el que tiene más homicidios, el más ha robado, el
que vende más droga, ése es el dueño de la banda'.
Carlos asegura estar rehabilitado, pero el y sus
compañeros, además de encontrarse con el rechazo de aquellos delincuentes que se
niegan a abandonar la vida criminal, también enfrentan el escepticismo de
numerosos venezolanos que no creen que quepa la redención para gente como
ellos.
Un ejemplo, un agente de la Guardia Nacional que en
una conversación informal con BBC Mundo expresó sus dudas acerca de la
iniciativa. 'Ahora se están haciendo los 'buenecitos' para sacarse a la ley de
encima, pero siguen en lo mismo', dijo.
No obstante, Fernando replica y considera que es justo
tener una nueva oportunidad. 'Yo he cometido delitos delicados y también mis
compañeros. Y sin embargo estamos aquí y no tenemos en mente estar metiéndonos
en problemas'.
'Así como nosotros pudimos salir de la delincuencia,
estamos demostrando a esos muchachos del cerro que también pueden estar aquí
sentados hablando. Todo el mundo tiene derecho a una segunda
oportunidad'.