Pero las espinas de cada uno herían a los vecinos más próximos,
justamente a aquellos que le brindaban calor.
Y por eso, se separaban unos de otros.
Pero volvieron a sentir frío y tuvieron que tomar una decisión:
o desaparecían de la faz de la tierra o aceptaban las espinas de sus vecinos.
Con sabiduría, decidieron volver y vivir juntos.
Aprendieron así a vivir con las pequeñas heridas que una relación
muy cercana les podía ocasionar,
porque lo realmente importante era el calor del otro.
Y así sobrevivieron.
Madeleine E. Belliard. Extracto de su libro
"Despertando a la Nueva Conciencia".
Mara