“Santifica a Dios en la palestra de la historia quien se
pone al lado de los oprimidos para luchar por su libertad cautiva; santifica el Nombre santísimo del Padre quien se solidariza con las clases subalternas
entrando en el conflictivo proceso social y ayudando, sin odios disgregadores,
a crear lazos más fraternos en el tejido social (…) Más que la del asceta, se
precisa la figura del profeta o del político que se encaran con el poder abusivo
y levantan la voz en nombre de la conciencia y de la santidad de Dios,
gritando: “¡No está permitido!” (Mc.6,18), “¡No oprimas a tu hermano!”
(Lev.25,17)74.
- Denunciando la injusticia, la mentira, la violación de los derechos
humanos, el hambre injusta, la guerra y la violencia…Santificaremos el
Nombre de Dios no sólo por medio de la oración, sino también por la práctica
cultual y por la práctica existencial y social. El profeta Isaías afirma que el
Dios santo es santificado en la justicia (5,16). L.Boff afirma en esta misma
dirección: “Santificamos el nombre de Dios cuando en nuestra vida, con
nuestra actitud solidaria, ayudamos a construir relaciones humanas más
ecuánimes y más santas, que impiden la violencia y la explotación del hombre
por el hombre. Dios sufre violación siempre que se viola su imagen y
semejanza, que es el ser humano; y en cambio recibe glorificación cuando se
restituye la dignidad humana al expropiado o violentado. Aquí despunta el
desafío de una santificación libertadora; en el esfuerzo por gestar un mundo
que objetivamente honre y magnifique a Dios por la mejor calidad de vida que
se logre alcanzar”
, El padrenuestro. La oración de la liberación