MIL OCHOCIENTAS RAZONES
El otro día me cuenta una joven que cuando iba en su coche pasó junto a un perro, visiblemente malherido, tumbado en la cuneta de la carretera.
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Llamó a la Protectora de Animales. Allí le dijeron que ya no había nadie para hacerse cargo, pero que si quería podía llevarlo hasta sus instalaciones y depositarlo en una jaula. ¿Veterinario? No, no, como se da la circunstancia de que mañana es fiesta el veterinario ya no vendrá hasta pasado mañana. También puede intentarlo con la perrera municipal. Llamó a la perrera y se encontró con una grabación que le ofreció la posibilidad de pulsar hasta ocho números distintos, pero ninguna solución para sacar al chucho de su miseria. La Policía Local le dijo que ellos no podían hacer nada, puesto que su labor consistía en tocar en alguna de las dos puertas que ella ya había encontrado cerradas. Así que volvió con su coche y lo recogió. El animalito ni siquiera se quejaba. Debía tener tal sufrimiento y sensación de desamparo que daba por bendita cualquier ayuda recibida.
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La chica lo llevó a su veterinario, el cual, tras un concienzudo examen, le dijo que era muy joven, un año o poco más, y que tenía una cadera y una pata literalmente trituradas, probablemente a causa de un atropello. Al parecer, sólo hay un cirujano en la provincia capaz de recomponer aquél desastre, un figura que ha hecho de la cirugía veterinaria un verdadero arte. Y el manitas en cuestión le cobra nada menos que mil ochocientos euros por hacer la operación.
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Así pues, la joven se encuentra ante la disyuntiva de depositar al perro en la Protectora sabiendo que va a pasar dos días de horrible sufrimiento sin asistencia veterinaria, sacrificarlo o hacerse cargo de él. Desde el momento en que lo metió en su coche (yo creo que desde el momento en que pasó a su lado) el chucho pasó a ser responsabilidad suya. Así lo entendió ella. Y suya es la decisión sobre su destino, sobre su vida o su muerte, su final miserable bajo las ruedas de un coche o un futuro prometedor con huesos rellenos de tuétano y noches de invierno al calor de una manta.
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El perro es demasiado joven para morir, además no tiene lesiones internas, salvando el desaguisado de su cuarto trasero. Mil ochocientos euros le separan de convertir el peor día de su vida en su día de suerte. Y esta mujer, que tan sólo cuenta con unos ahorros arañados de su sueldo, decide invertir lo que le negó a las rebajas, a los viernes de cine y palomitas y a ese viaje que siempre podía posponer, en un animal desconocido que acaba de irrumpir en su vida como un náufrago en un banquete de bodas.
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Y yo le digo que adelante. Con un par. Porque un perro representa lo mejor de nosotros, la lealtad incondicional, el cariño desinteresado, la gratitud infinita, la defensa a ultranza de aquellos a los que quiere, y porque la mentalidad de un perro es comparable a la de un niño de dos años, edad en la que no se pueden concebir maldades, ni perversiones, ni codicias.
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Y porque en este mundo de locos, para poder mantener el equilibrio mental hay que buscar esperanza hasta en la cuneta de una carretera, porque si hay un hombre capaz de matar a su compañera tendrá que haber otro capaz de morir por ella, si hay quien tarda un minuto en quemar un bosque también hay quien dedica todas las horas de su tiempo libre a regenerarlo, si hay padres que matan a sus hijos también hay seres dispuestos a solventar años de papeleos, viajes y aportaciones económicas para dar una vida digna a un hijo que no es suyo, si hay quien sale a la calle dispuesto a machacar al primero que se le cruce también hay quien muere por tratar de evitar una pelea, si hay quien tortura a un animal para colgar las imágenes en Internet también hay alguien dispuesto a una cruzada para identificarle y ponerle en manos de la justicia, si hay quien se hace rico vendiendo droga también hay quien cobra una miseria por desenganchar a un toxicómano, y si hay alguien a quien no cuesta un céntimo abandonar a un perro en la carretera también hay alguien dispuesto a gastarse un dineral para lavar una insignificante mancha de la miserable condición humana.
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Por todo esto y por mil ochocientas razones más. Y con la cabeza bien alta.
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Nota: Cuando el cirujano se enteró de que el perro había sido recogido y que se lo iba a quedar, le rebajó quinientos euros. Así que la cosa quedó en mil trescientas razones. Que son razones..
CUANTOS CACHORROS MORIRAN POR FALTA DE ATENCIÓN..Y TE PUEDO ASEGURAR QUE LO QUE GASTEN POR EL, ES BIEN RECOMPENSADO. LO DIGO PORQUE YO TENGO UNO QUE ME HICE CARGO NO ES MIO , CASI DIRIA QUE SI, ES FIEL, COMPAÑERO SUPER INTELIGENTE, Y SUFRE DE CONVULSIONES PERO CON UNAS PASTILLAS TODOS LOS DÍAS , RECETADO X EL VETERINARIO, ESTA BIEN.Y SE LO MERECE, SI LO HUBIESEMOS DEJADO COMO ESTABA EN LA CALLE , CREO QUE YA ESTARIA MUERTO. POR FAVOR SI ENCUENTRAN A ALGUNO SIN DUEÑO SOLO Y ENFERMO , NO LO DEJEN, ES GRATIFICANTE LO QUE PODAMOS HACER POR ELLOS.Y SERA TU GURDIAN INCONDICIONAL, TU COMPAÑERO..(D.A)