La conciencia física (consciencia), enfermedad de nuestro tiempo, nos hace creer que somos esto o aquello..yo soy médico...yo soy maestro...yo judío...yo musulmán. Adquirimos así una identidad que no es autentica, de ahí que la identidad espiritual se rebela. Es como el pájaro que quiere volar, y que desconociendo quien es, se aferra a la rama por inseguridad. Cuando despiertas cambias la visión, entonces descubres que solo eres un actor en un inmenso escenario, comprendes que nada te pertenece, porque el rol con el que actúas en la vida es limitado. Viéndolo así, la vida adquiere otra perspectiva, ya no hay tanta codicia, el ego se empequeñece y las ataduras desaparecen.
Cuando te observas en tu espejo interior, la conciencia se rebela reflejando la sucia imagen escondida, pero que sigue activa, y allí, junto a ella vibrando la energía milagrosa del amor, pero la puerta del subconsciente permanece cerrada. El alma no se enfrenta al rostro oscuro, pero tampoco siente amor. Por eso, negando mi verdad, el amor tampoco surgirá.
Por esta razón, sellado el canal espiritual, actúa la falsa conciencia y nos preguntamos ¿como hacer para seguir?, y es entonces que el instinto se apodera del alma, y en el intento de destruir la imagen aborrecida nos suicidamos, como sucede en la novela de Oscar Wilde, cuando Dorian Gray no soporta la imagen que ve en su retrato le clava un puñal, y éste termina por introducirse en su propio corazón.
No existe viento favorable para el marinero que no sabe que rumbo ha de tomar.