TE DEJARON... ¿ Como olvidar?
El amor es como una travesía, como adentrarse en el mar; con sus
tormentas y sus remansos, sus riesgos y sus zozobras, pero el poder de su
atracción es tal, que uno no mide el peligro, y al soltar amarras, nunca se sabe
si se va a llegar a puerto o si se va a naufragar...
¿Adónde está el alivio
luego de terminar una relación?
Nos preguntamos adónde como si quisiéramos que
alguien nos dijera "ve a la farmacia y ahí encontrarás el alivio; lo venden en
cápsulas". Si así fuera, en este momento nos desplazaríamos volados para ir a
conseguirlo, aunque
estuviera al otro lado de la ciudad o al otro
lado del mundo. Al extrañar a quien se fue, obviamente sentimos que nuestro
remedio es él/la. Pero precisamente de lo que se trata aquí es de encontrar el
alivio sin esa persona, de olvidarla, porque ya no está, es como si no
existiera; es más, de hecho, para ti ya no existe.
Al terminar una relación
uno cree -equivocadamente- que nadie se ha sentido igual, tan mal, tan
destrozado/a, porque no cabe duda de que uno se siente total e irremediablemente
solo. Por más que alguna amiga o amigo diga "te comprendo" o "yo pasé por lo
mismo", uno cree que no es así, que lo que uno siente es único, y que sin duda
es peor, mucho peor.
Además, el que otra persona haya experimentado o esté experimentando el
mismo proceso, no soluciona nuestro problema, no nos basta; hablar con las
amigas en el caso de las mujeres ayuda a desahogar y su apoyo puede
brindarnos un rato de consuelo; sentirnos comprendidos/as sin duda
reconforta, pero la verdad es que no alivia.
Así que desafortunadamente el remedio no está en
algún lugar adonde podemos ir a conseguirlo; tampoco está en otra persona por
cercana que ésta sea, porque esa medicina que buscamos está nada más y nada
menos dentro de uno mismo. Nadie te va a dar la solución salvo tú mismo, porque
el alivio está en ti.
¿Olvidar de la noche a la mañana?
Hasta ahora no conozco a nadie que haya logrado desaparecer con un tronar
de dedos como en un acto de magia, el dolor, la tristeza, el coraje y, en
general, todo el cúmulo de sentimientos negativos e incómodos que deja
el
rompimiento de una relación. No creo que exista
el ser humano que logre olvidar de un día para otro, porque el olvido es un
proceso.
Proceso, en términos generales, significa que es algo que sigue una
evolución, que tiene que pasar por varias etapas, que requiere un trabajo de
elaboración, que no es mecánico o automático, y que por lo mismo
toma
tiempo.
El terminar con la persona amada puede
equipararse a la extirpación de un órgano vital; sí, vital, porque sentimos que
por dentro algo murió en nosotros/as o que una parte murió. Andamos como
autómatas, como en un mundo
irreal desvinculado de lo
que sucede a nuestro alrededor, nos cuesta trabajo concentrarnos, la presencia
de otras personas nos molesta, las oímos hablar pero estamos muy lejos de ahí,
como en el limbo. Hay quien expresa que su sensación es, incluso, como si le
costara trabajo respirar, o como si intentara subir por una escalera cuando le
han amputado las piernas.
Además de la extirpación de ese órgano vital,
esta intervención quirúrgica que es el rompimiento de nuestra relación, nos deja
una herida abierta. Y de manera semejante a una operación, es imposible sentirse
bien, recuperado, en un dos por tres. Hay que tenerse paciencia y recobrar las
fuerzas poco a poco; estamos convalecientes. Hay que esperar a que la herida
cierre, cicatrice y finalmente deje de doler. Al principio se requieren ciertos
analgésicos; en el caso de algunas personas esto significará dormir, llorar,
aislarse un poco; a otras personas les funcionará aturdirse, llenarse de trabajo
y actividades; algunas preferirán dedicarse a hacer ejercicio como si fueran a
competir en las Olimpiadas; otras, a descansar y reposar; unas más, a hablar y
hablar del asunto. Lo cierto es que sólo una combinación de entendimiento,
tiempo y determinación es lo que te sacará adelante.
Por eso, una primera
sugerencia es: la herida necesita aire; no la estés tocando y manoseando para
que no vuelva a sangrar; es decir, no te atormentes más, no le eches más leña a
la hoguera. Admite que estás triste, deja ser a la tristeza; no finjas, no
trates de estar alegre, eso es forzarte e implica un doble esfuerzo que sólo te
hará sentir más mal, pero en el fondo de ti mismo/a repítete que esta etapa tan
difícil y dolorosa es transitoria, que es sólo parte del proceso de
convalecencia, que no vas a quedarte así por mucho tiempo, que pronto volverás a
ser tú mismo/a.
Dejar de amar de la noche a la mañana es prácticamente imposible. Al amar
hemos encaminado nuestro tren en un sentido; olvidar implica detener ese tren
que iba a toda velocidad en una dirección, frenarlo y darle la
vuelta
para que transite en sentido contrario y cambie
de vía. En esta maniobra es lógico que rechine la maquinaria, que el impacto nos
golpee.
Sin embargo, podemos ayudarnos a aliviar el impacto y a facilitarnos la
maniobra mediante una buena higiene mental y recurriendo a los mecanismos y
herramientas que tenemos en nosotros mismos.
El proceso del olvido no es lineal; es decir, no
todos los días avanza uno, o más bien dicho, no todos los días siente uno que
avanza. Hay días en que ya cree uno estar mucho mejor, como que ya ve la luz
después del túnel, y
luego al día siguiente se siente uno fatal, como
si hubiera retrocedido. En realidad no es así; como en todo proceso de
recuperación, puede haber días malos, pero después de alguna manera hay un salto
y remonta uno el trecho
perdido. Podemos decir
que el olvido no es lineal pero sí es progresivo; por ello, poco a poco la
sensación insoportable va disminuyendo o va y vienepero ya no es
constante.
El laberinto del ¿por qué?
Sentir tristeza, dolor y coraje por el abandono
del ser amado es no sólo natural, sino necesario en el proceso curativo; lo que
no es sano es convertirlo en obsesión.
Sin embargo es común que la persona abandonada se
obsesione con quien la abandonó porque al ser abandonadas nos sentimos
rechazados, y el rechazo puede suscitar obsesión. Hay veces en que las
decisiones que toma el otro
nos resultan
inexplicables. Una y otra vez nos preguntamos ¿por qué? ¿Por qué falló nuestra
relación? ¿Por qué se fue? ¿Por qué me dejó?
Puede haber miles de respuestas a esta duda; casi
tantas como casos de abandono encontremos, y a la vez múltiples respuestas para
cada caso en particular, pero por distinto que sea cada caso, todos tienen algo
en común: si la relación terminó es porque él/ella no era la persona adecuada
para ti o porque dejó de serlo. Y si él decidió que tú no eras la persona
adecuada para él/ella, tarde o temprano él/ella tampoco lo sería para ti, porque
no podría responderte como tú lo necesitas, no estaría en posibilidades de darte
lo que te hace falta, habría un desequilibrio, una desigualdad que los
conduciría a la incompatibilidad.
Cada quien tiene sus motivaciones, sus razones,
su jerarquía de valores, su muy particular visión de la vida, sus cualidades y
defectos, sus aciertos y equivocaciones. Si él te dejó, puede que el problema
esté en él y no en ti,
que su alejamiento no
tenga nada que ver contigo, sino con sus propias incapacidades o hasta con sus
traumas y complejos. Si después de un análisis honesto de ti misma en el caso de
una mujer no encuentras razón de peso para que él se haya alejado, no te
atormentes ni pierdas el tiempo tratando de buscarle cinco pies al gato; si su
decisión no te atañe ¿qué caso tiene culparte inútilmente? Y si el alejamiento
se debe a que él no supo amarte ni
valorarte, a que no tomó
en cuenta tus sentimientos ni tus necesidades, ya sea por su inmadurez, por su
egoísmo o por su falsedad ¿Para qué lo quieres contigo si no vale la pena? "Si
la escalera no está apoyada en la pared
correcta, cada paso que
demos no hará más que acercarnos al lugar erróneo".
Cabe la posibilidad de
que nunca llegues a saber a ciencia cierta por qué se fue, por qué tomó la
decisión de separarse de ti, debido a que muchas veces ni la otra persona sabe
bien a bien qué fue lo que la impulsó a tomar un camino diferente. Esa tarea de
escudriñar en su interior es responsabilidad y asunto de él, y puede llevarle
años o la vida entera. ¿Para qué te tomas tú la molestia de andar interpretando
lo que a él o ella a lo mejor ni le
interese desentrañar?
¿Vas a dedicarle tu tiempo, tu valioso tiempo a un acertijo que tal vez no tenga
solución? Eso es como meterte en un laberinto que sólo te alejará más y más de
tu meta, de tu recuperación.
¿Qué hacer para no sufrir?
El primer paso para dejar de sufrir es entender por qué se
sufre.
Sufro porque yo me hago sufrir; sufro cuando me opongo a la realidad. Y
la raíz de este sufrimiento es el apego.
Apegarse a alguien significa creer erróneamente
que sin él o ella no podemos vivir, que nos es indispensable e imprescindible.
El apego es nublar el pensamiento y obcecarse, es estar atado, estar preso y
querer apresar, es
depender y aferrarse, es perder la libertad.
Apegarse no es amar. El amor es como el agua que corre; si intentas retenerla/o
se te escurre entre las manos.
Un proverbio japonés que leí en uno de sus libros
decia: "Si las entiendes, las cosas son lo que son; y si no las entiendes... las
cosas son lo que son". Así que de todas maneras la realidad manda. Si te adaptas
a ella, todo
será más fácil; si te opones, la única persona
que sale perdiendo eres tú, porque es como estrellarte contra una
roca.
Si la situación no está en nuestras manos, lo que sí lo está es la manera
en que escojamos reaccionar ante ella; la responsabilidad de sentirse bien o mal
está en uno mismo, está en ti.