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General: A CARGAR EL VENADO
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De: SCCHEREZADA (Mensaje original) |
Enviado: 14/01/2014 22:17 |
A
CARGAR EL VENADO
Un hombre estata a la orilla del camino sentado en
una piedra, bajo la sombra de un frondoso huanacaxtle. Se le miraba triste,
meditabundo, cabizbajo; casi casi a punto de soltar el llanto. Así lo encontró
su compadre y amigo de toda la vida quien, acongojado al verlo en tales fachas,
le preguntó el motivo, causa o razón que ocasionaba que él se encontrara en
situación tan deprimente.
- Ay! Compadre -contestó el interpelado- ¡tu comadre! ¡tu
comadre!. Esta noche la mato o la suicido, pero de que se muere, se
muere.
- No la amueles compadre, mejor platícame, porqué la quieres
matar, a lo mejor te puedo ayudar a encontrar una mejor solución al
problema.
El compadre,
después de limpiarse sus ojos todos llorosos y su nariz moquienta, empezó con su
relato.
- Mira compadre, tú sabes que somos muy pobres y en tu humilde
casa la única forma de acompañar los frijoles es con un pedazo de carne que
tengo que conseguir yendo de cacería al monte. Me tengo que ir con mi vieja
escopeta, pasar varios días de sufrimiento y penalidades, salvándome de milagro
de los peligros del monte: esquivando víboras, al tigre y la onza, soportar la
terrible comezón que me producen las guiñas, garrapatas y piquetes de moscos y
por si esto fuera poco, aguantar cómo me calaba hasta los huesos el frío y la
soledad de las noches. Luego por fin, si la suerte me socorre y logro cazar un
venado, todavía tengo que cargarlo hasta el rancho y subir la cuesta de la loma
donde está mi casa. Todavía no alcanzo resuello cuando aparece mi señora con el
cuchillo en la mano e inmediatamente empieza a repartir el venado entre vecinos
y familiares. Que una pierna pa' doña Juana, que otra pa' doña Cleo, que este
lomito pa' mi mamá, que esto pa'llá, que esto pa'cá y a los dos o tres días allí
va tu tonto otra vez de cacería. ¡Pero ya me cansé y esta noche mínimo las
desmechoneo!
El compadre de
aquél iracundo desdichado, después de meditar un momento le dio la solución:
- Invita a tu mujer a cargar el venado.
-
¿¡Qué!?
- Sí, sí. Mira. Nomás no le digas las madrizas que te pones para
cargar el venado. Mejor píntasela bonito. No le hables de las espinas ni los
peligros, ni del frío ni el calor. Dile que la invitas a la cacería para que
disfrute de los bellos paisajes, del esplendor de las estrellas que te cobijan
en la noche, de los manantiales cristalinos que reflejarían románticamente sus
imágenes, de sus exquisitas aguas, del aire fresco del monte, lleno de oxígeno,
de la graciosa manera en que camina el venado, como si fuera un bailarín de
ballet, el dulce canto de los grillos y los pajarillos silvestres, en
fin.
El compadre
siguió el consejo. Por supuesto la convenció. La mujer, entusiasmada, se fue con
la falda larga hasta el tobillo. Al cruzar el primer "aguamal" se redujo a
minifalda porque la prenda quedó desgarrada entre las púas. La blusa le quedó
toda "chiruda". El calzado se le rompió por los difíciles caminos y las piedras
y las espinas la hicieron sangrar. Las "guinas" y "guachaporis" los traía por
todo el cuerpo. El sol le quemó la piel. El pelo se le maltrató: le quedó tieso
y desparramado como estropajo. Las manos le quedaron encallecidas al abrirse
paso entre el espeso monte. Toda chamagosa, estuvo a punto de sufrir un infarto
al toparse con una enorme víbora. Muerta de hambre, su imagen parecía sacada de
un cuento de ultratumba.
Por
fin, después de tantos martirios, un día encontraron al venado. Ella tuvo que
contener el aliento y el hombre sigiloso, con la astucia y agilidad de un gato,
se acercó a su presa y con la mirada de un lince localizó el blanco justo para
liquidar al escurridizo animal. ¡Bang!. Y el venado había muerto. La mujer no
cabía de júbilo pensando que su sufrimiento había terminado, pero no era así.
- Ahora, mi amor, quiero que cargues el venado para que veas lo
bonito que se siente- le dijo el hombre masticando rabiosamente cada una de sus
palabras.
La mujer casi
se desmaya ante la desconocida mirada asesina de su marido, pero ante la
desesperación por regresar a su hogar no tuvo aliento ni para replicar y cargó
el venado hasta su casa cruzando veredas y montañas. Despatolada, con las
piernas abiertas, jadeando y casi muerta, a punto de tronarle el corazón, llegó
y depositó el animal en la sala de su casa.
Los niños y sus amiguitos, hijos de los vecinos,
salieron a recibir a sus papás cazadores y acostumbrados a la repartición, le
dijeron a su mamá con alegría:
- Mamá, apúrate a repartir el venado porque la mamá de Pepito
ya está desesperada.
- ¿Qué pedazo le llevo a mi tía?, le dijo
otro.
La señora,
tirada en el piso, hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar la cabeza y con
los ojos inyectados de sangre volteó a ver a los niños y agarrando aire hasta
por las orejas, les gritó:
- Este venado no me lo toca
nadie y tú Pepito, ve y dile a tu mamá que vaya mucho a
*&%$·)*")!#. REFLEXIÓN
Para valorar el esfuerzo ajeno y respetar en su
real dimensión el trabajo de los demás, todos debemos aprender a "cargar el
venado". La experiencia adquirida con el paso de los años nos ha enseñado que
solo se valora aquello que se ha adquirido como resultado de nuestro trabajo,
que solo cuidamos aquello que nos ha costado esfuerzo, sudor y
sacrificio.
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De: JuanJ |
Enviado: 15/01/2014 09:49 |
Desde el punto de vista polìtico cualquier parecido a nuestra realidad
es pura casualidad..
Gracias comadrita por la reflexiòn .. JJ
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RECIEN APRENDEMOS
CUANDO NOS HA COSTADO ESFUERZO
SUDOR Y SACRIFICIO
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