Defender la alegría como un principio, defenderla del pasmo y las pesadillas, de los neutrales y los neutrones de las dulces infamias y los graves diagnósticos.
Defender la alegría como una bandera, defenderla del rayo y la melancolía de los ingenuos y de los canallas, de la retórica y los paros cardíacos, de las endemias y las academias.
Fragmento de Mario Benedetti