El título. El "máshál" hebreo.
El libro de los Proverbios lleva en el texto hebreo el título Mislé Selomo, que la versión de los LXX han traducido por παροιμίαι σαλωμωντος, y la Vulgata Líber Proverbiorum. La tradición cristiana en su liturgia ha designado este libro, como los otros estrictamente sapienciales i, con el de Sabiduría de Salomón. Sólo cuando esta denominación se reservó para el libro que hoy intitulamos con ella, se dio al libro de los Proverbios su actual título, que responde al hebreo, tomado de 1:1.
Proverbio es una breve sentencia que, generalmente bajo una imagen o comparación, recoge una observación interesante, a veces curiosa; casi siempre un consejo útil para la vida práctica, cuya inteligencia exige frecuentemente atenta reflexión. Forma de sabiduría popular que se encuentra en todos los pueblos, cada cual tiene su refranero, especialmente en los orientales. Alguien la definió "sabiduría de muchos e ingenio de uno" 2, que supo expresar aquélla en su forma proverbial.
Pero el máshál hebreo tiene una significación más amplia y una dimensión más religiosa que nuestro proverbio. Etimológicamente implica la idea de semejanza, comparación; como éstas eran cultivadas especialmente por los sabios, máshál vino a designar cualquier escrito sapiencial, sobre todo si en ellos se empleaban expresa o tácitamente aquellas figuras literarias. Así se aplicó a la parábola 3, a los oráculos de Yahvé expresados por medio de imágenes4, a los vaticinios de Balaam 5; incluso a poemas satíricos contra los falsos profetas6, contra los ricos opresores7. En cuanto a su dimensión religiosa, una séptima parte de los contenidos en proverbios encierran enseñanzas de orden dogmático o moral. Los demás son meras reglas de prudencia humana. Pero, si consideramos el libro en su conjunto, se adivina en la mente del autor sagrado un fondo religioso, unos principios morales, entre los que sobresale el temor de Dios, que informan todo el libro. De ahí que los judíos, no obstante el carácter profano de muchos de sus proverbios, consideraran siempre el libro como inspirado, y sus sentencias llenas de sabiduría y autoridad.
La forma literaria de los proverbios es poética, que facilita su retención en la memoria, comparativa — a veces hiperbólica —, muy apta para enseñar e impresionar las mentes sencillas del pueblo hebreo, en dísticos antitéticos casi siempre, cuyo contraste pone más de relieve la idea que se quiere inculcar. Todo lo cual hace de las páginas de los Proverbios una de las lecturas más amenas de la literatura antico-testamentaria 8.
El estilo proverbial no es exclusivo de Israel. Se encuentra en el Oriente 9 En el comentario aludiremos a la sabiduría de Ahikar, de Asiría, que debió de escribir en el siglo VII y bajo cuyo nombre nos han llegado muchas colecciones de sentencias 10. Citaremos también sentencias de Amen-en-ope, alto funcionario de Egipto que vivió entre los años 1000-600, cuya semejanza con las de Proverbios hace pensar en la dependencia de éstas respecto de las del sabio egipcio, si es que no dependen ambas de una fuente común 11.
Contenido.
Proverbios contiene un maravilloso conjunto de máximas sobre la sabiduría divina y la humana, que hacen del libro un precioso manual de conducta que enseña el arte del buen vivir. Pues, como observó San Basilio, contiene la ordenación de las costumbres, la enmienda de las pasiones, enseñando en brevísimas advertencias todo aquello que hay que hacer o hay que evitar 12.
Su contenido más importante lo encierran los capítulos 8-9, en los que el autor hace un cumplido elogio de la sabiduría divina, señala su origen y excelencias y describe sus efectos maravillosos en la creación. Añade una apremiante exhortación a su búsqueda y a regir la vida por los principios que de ella dimanan.
Los demás capítulos contienen sentencias de orden moral y humano de dimensión universalista. Para toda virtud tiene su recomendación, especialmente para el principio de todas ellas, que es el temor de Dios, y para todo vicio su reproche, particularmente para el libertinaje, la injusticia, la ociosidad, la ira y el odio. Todas las diversas clases de hombres encuentran en el libro consejos adecuados a su profesión: los reyes, los jueces y los magistrados, los que tienen negocios y los que carecen de ellos, los amigos y los enemigos, los jóvenes y las personas de edad madura; se regulan incluso las relaciones entre los padres y los hijos, los hombres y las mujeres,, los señores y los siervos. Y en todos los aspectos de su vida, religioso, moral, político, social, con sus circunstancias concretas, señala la norma práctica a seguir dictada por la sabiduría.
El fin, por consiguiente, que se ha propuesto el redactor en su obra es el enseñar a los hombres de toda clase y condición, y en todas las circunstancias de su vida, la ciencia y el arte del buen vivir. Es decir, las enseñanzas de la Sabiduría, que se refleja en la creación y en la ley de Dios, y que señalan los principios de conducta para una vida recta y feliz y las normas concretas de prudencia y discreción, de disciplina y corrección, precisas para obrar con rectitud moral y asegurar el éxito en las diversas empresas y negocios de la vida (en la mente del autor la virtud es premiada en este mundo). El arte de vivir sabiamente consiste, por tanto, en el cumplimiento de las instrucciones de la sabiduría, en la observancia de los mandamientos. Y como a esto se llega por el temor de Dios, de ahí la repetida enseñanza del sabio de que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, y en este sentido la sabiduría misma; "el temor de Yahvé, o Jehová dice el libro de Job, ésa es la sabiduría; apartarse del mal, ésa es la inteligencia."