Pastor, te bendigo por lo que me das. Si nada me das, también te bendigo. Te sigo riendo si entre rosas vas. Si vas entre cardos y zarzas, te sigo. ¡Contigo en lo menos, contigo en lo más, y siempre contigo!
LA ORACIÓN (Amado Nervo)
No será lo que quieres -murmura el desaliento-, tu plegaria es inútil; no verá tu pupila el dulce bien que sueñas... ¡Imposible es tu intento! Yo escucho estas palabras como el rumor del viento y sigo en mi oración obstinada y tranquila.