El hijo del carpintero
Mateo 13.54-58
Un texto que nos recuerda cómo el pueblo llano y sencillo, los mismos vecinos de Jesús, dudaban o rechazaban su misión mesiánica alegando exclusivamente su condición de hijo de un obrero: ¿no es el hijo del carpintero?. Como si en el fondo nosotros mismos no valorásemos nuestra condición. Como si para ser importante o hacer cosas nobles tuviéramos que tener estudios superiores o ser hijos de grandes magnates. Sentimientos que todavía pudieran estar presentes en nuestra gente sencilla y humilde, en nosotros mismos. Podemos tener buenos sentimientos, buenas actitudes, palabras dignas, acciones positivas, y seguir siendo para los demás el hijo del carpintero.
Es bueno que ahí, en esa condición humana a la que pertenecemos la mayoría de la población de nuestro planeta, situemos y encontremos a Jesús, su papel, su tarea, su misión. Aparte de valorar a los que podamos seguir considerando “poca cosa”, nos ayudará a ser conscientes de que los que somos “poca cosa” estamos llamados a hacer posible que este mundo sea al revés. Es más, somos los únicos que lo podemos hacer real, pues somos los que más interés tenemos en que sea así. Un mundo al revés donde no existan categorías sociales, porque funciona y se practica la fraternidad que Jesús nos enseñó, la igualdad de los hijos de Dios que rompe con el aislamiento, la incomprensión, las miserias humanas vividas a escondidas como son la pobreza, el dinero que no llega a fin de mes, la mala vivienda, la poca cultura. Una igualdad que iremos construyendo intentando, entre otras cosas, que al menos el mínimo de leyes sociales de nuestros países se cumplan. Que Jesús nos vuelva a poner delante sus ideales y metas a conseguir, y que para nada están reñidos con los ideales y aspiraciones de la sociedad civil de hoy en dia. (D.A)