La inocencia de un Niño
Pepito iba muy mal en matemáticas. Sus padres habían intentado de todo: maestros particulares, centros especiales, todo lo que pueda imaginarse.
En un último intento, inscribieron a Pepito en la escuela católica de la localidad.
Tras el primer día de clases, Pepito regresó a casa con una expresión muy seria en su rostro. Ni siquiera saludó a su mamá, sino que se fue directo a su cuarto y empezó a estudiar.
Al poco tiempo había libros y papeles por todo el cuarto y Pepito estaba trabajando como nunca antes. Su madre estaba sorprendida. Después de comer, Pepito se regresó inmediatamente a su cuarto sin decir nada y se puso a estudiar de nuevo.
Esto continuó por algún tiempo, día tras día y la mamá no lograba entender lo que hacía la diferencia.
Al fin, Pepito llevó a casa su boleta de calificaciones. La dejó sin decir nada sobre la mesa y se fue a su cuarto a estudiar. Toda nerviosa, la mamá vio la boleta y, para su sorpresa, vio que Pepito había sacado 10 en matemáticas. Sin poder contener por más tiempo su curiosidad, la mamá fue a buscar a Pepito:
"Hijo, ¿qué fue lo que pasó? ¿Fueron las monjitas las que te convencieron?"
Pepito se volvió a verla, y moviendo la cabeza respondió: "No".
"Entonces, ¿fueron los libros, la disciplina, la estructura, los uniformes?
¿Podrías decirme qué fue?"
Bueno, mamá, cuando fui a clases el primer día
y vi al pobre tipo clavado en el signo de más,
¡supe que las monjitas iban en serio!