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General: NUESTRO RELOJ BIOLOGICO
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: LEO-MARI  (Mensaje original) Enviado: 21/03/2015 14:10
Nuestro reloj biológico
 
Por Isaac Asimov en el libro “Fronteras”

A principios de 1989, una joven llamada Stefania Follini permaneció voluntariamente cuatro meses bajo tierra. Estaba en un módulo de plexiglás de seis metros de largo por tres y medio de ancho, aproximadamente las dimensiones de un confortable cuarto de estar. Esta vivienda se hallaba a nueve metros debajo del suelo, en un lugar próximo a Carlsbad, Nuevo México. No había luz solar, ni reloj, ni manera de saber la hora. Ella hacía sola su trabajo, en condiciones cómodas pero donde no existía el tiempo.

La cuestión era: ¿Cómo influiría todo esto en su “reloj biológico”, en su sentido innato del tiempo? La respuesta era que el reloj biológico se estropeaba durante un período prolongado sin indicaciones externas.

Todos y cada uno de nosotros tenemos un reloj biológico: un reloj que mantiene las funciones de nuestro cuerpo adaptadas a diversos ritmos. En una palabra, todos tenemos un ritmo natural.
Cuando es la hora de comer, tenemos hambre. Cuando se acerca la hora de dormir, tenemos sueño. No necesitamos mirar el reloj para saber si es la hora de comer o de dormir.

Nos despertamos más o menos a la hora adecuada por la mañana, aunque aún no haya amanecido. (Como nota personal, confieso que soy madrugador: me despierto a las 5 de la mañana en invierno y en verano, tanto si el día está sereno, nublado o si aún es de noche, y prácticamente nunca me retraso más de unos pocos minutos aunque ni siquiera tengo despertador).

Está claro que el ritmo que determina nuestro sueño y nuestro despertar se rige más o menos por el Sol. La mayoría de nuestros ritmos más conocidos tiene altibajos que se repiten diariamente. Son los ritmos “circadianos” (de unas palabras latinas que significan alrededor de un día).

Hay también ritmos mensuales para diversas formas de vida en la costa, al subir o bajar las mareas, de acuerdo con las posiciones relativas de la Luna y del Sol. Hay ritmos anuales que determinan fenómenos tales como la migración de las aves y de otros animales al cambiar las estaciones. Indudablemente, los seres humanos también tenemos ritmos largos de esta clase, pero el ritmo diario es el más perceptible.
Y no es sólo el ritmo de comer y de dormir el que fluctúa diariamente. También lo hacen el humor y las actitudes. Si uno se despierta a las 3 de la madrugada y considera un problema particular, puede parecerle que las dificultades son insuperables. El mismo problema, considerado a las 11 de la mañana, parece bastante trivial. El problema no ha cambiado. Sólo ha cambiado el humor.

Desde el punto de vista médico, los ritmos circadianos pueden ser fundamentales. La reacción de una persona a las drogas o el tipo de respuesta alérgica varían según un ritmo circadiano, y hay médicos que empiezan a tenerlo en consideración al prescribir medicamentos. Más aún, el ritmo no es necesariamente el mismo en todo el mundo. Hay “personas de mañana” y “personas de noche”.

Todo lo que trastorna el ritmo puede reducir considerablemente la eficacia. Por ejemplo, las personas que tienen que cambiar a turnos de noche pueden tener dificultad en reaccionar con eficacia en casos de emergencia. A las once de la mañana tienen que hacer frente a los problemas, con un cuerpo de las tres de la madrugada.

Los largos viajes rápidos, hacia el este o el oeste, hacen que uno llegue a una hora local muy diferente de aquella a la que partió, y de nuevo pierde el ritmo; esto es lo que llamamos jet lag. Se aconseja a los viajeros que esperen un poco, que se acostumbren al nuevo ritmo, antes de tomar decisiones importantes.

Entonces, ¿qué le ocurrió al reloj biológico de la señorita Follini durante aquel período de cuatro meses sin tiempo, sin indicaciones externas que la ayudasen a conservar el ritmo? Su sentido del tiempo se descompuso totalmente. Cayó en un ritmo con altibajos, y sólo con la mitad de la rapidez normal. Trabaja durante treinta horas seguidas. Dormía veintidós o veinticuatro horas. Alargó los intervalos entre las comidas y perdió ocho kilos. Su período menstrual (de un ritmo más o menos mensual) se interrumpió del todo. La joven acabó pensando que había estado dos meses bajo tierra, no cuatro, y cuando salió en mayo creía que estaba a mediados de marzo.

Todo el estudio sobre los relojes biológicos es importante desde el punto de vista teórico, pero también tiene sus aspectos prácticos.

Mientras estemos aquí, en la superficie de la Tierra, podemos confiar en estímulos exteriores. Pero llegará un tiempo en que estaremos en el espacio. En la Luna, el “día” dura dos semanas, y la “noche” lo mismo. En una instalación espacial rotatoria, el “día” y la “noche” pueden durar dos minutos cada uno. En una colonia subterránea en la Tierra o en una colonia sin ventanas en el espacio, podría no haber “día” ni “noche” en absoluto.

Entonces, en todas estas circunstancias, sería necesario establecer una alternativa artificial de día y noche que durase un período de veinticuatro horas. A fin de cuentas, nuestros cuerpos han evolucionado durante un tiempo incalculable para seguir este ritmo, y deberíamos respetarlo.


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: JuanJ Enviado: 22/03/2015 09:46
Excelente amiga Leonor, como todo lo escrito por Asimov..
Recuerdo sus antologías que en mi juventud me hizo soñar y recorrer el universo..
Tengo casi todas sus obras acumuladas a través de los años ..
 
 


 
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