Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives y estás muerto. Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir, porque no he hallado tus obras bien acabadas delante de Dios. (Apocalipsis 3:1b-2)
La iglesia de Sardis estaba tan muerta que no tenía ni herejía ni sufría ningún tipo de persecuciones. Al diablo no le interesaba perder tiempo en ella, porque no daba fruto, no era un obstáculo para él. Estaba tan muerta que no valía la pena atacarla. Satanás no tenía razón para ordenar a sus fuerzas malignas al ataque contra ella, porque no era un real enemigo.
¿Has ido alguna vez a algún cementerio? Esta iglesia gozaba de la paz con que gozan los cementerios. Una paz vacía, una paz solitaria, una paz muerta. ¿Cómo está tu vida delante del Señor? Estamos llamadas a ser una amenaza al diablo en este mundo. Estamos llamadas a ser sal, a ser la luz en medio de la oscuridad, a ser cristianas vivas y refrescantes, que llevan las Buenas Nuevas de Salvación a todo el mundo. Quizás pienses que por el hecho de asistir fielmente a la iglesia estas viva, pero... ¡Qué bueno que los fieles nunca se le confunden entre los muertos! En la iglesia de Sardis había un pequeño remanente que Dios preservó y afirmó que estarían delante de Él en el cielo: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas” (Ap 3:4).
¿Estás tú dentro de este grupo? ¿Te considera Dios una cristiana “digna”?
¿Reconoces que estas muerta o a punto de morir?
¿Reconoces que has olvidado tu primer amor?
¿Reconoces que ya no anhelas sumergirte en su Palabra ni añoras cada día presentarte ante tu Dios?
¿Reconoces que toleras el pecado en tu vida?
¿Reconoces que te has vuelto religiosa, dedicando grandes horas a un mero activismo religioso pero no disfrutas pasar tiempo a solas tu hacedor?
Hoy Dios te dice lo mismo que le dijo a la iglesia de Sardis: ¡Levántate de los muertos! ¡Arrepiéntete!
Y para ti que tienes el privilegio de andar con tus debilidades y flaquezas al lado de tu Dios y de gozarte en sus atrios; tienes la misión no solo de estar permanentemente atenta a tu propia condición espiritual, sino que tienes la encomienda de exhortar a otros a que despierten de su letargo.
¡Es hora de despertar! Que anhelemos ser encontradas VIVAS y no muertas, cuando nos presentemos delante de Él.
Oración: Dios Justo y Misericordioso, pon el anhelo en mi corazón de gozarme cada día a tus pies. Que todo mi ser anhele estar en tus atrios, adorándote y exaltándote como solo tú lo mereces. En el precioso nombre de Jesús, Amén.