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General: PERDONAR. LO IMPERDONABLE.
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: finamex  (Mensaje original) Enviado: 14/06/2015 04:42
¿PERDONAR LO IMPERDONABLE?
María Dolores M. R.
Lic. En Teología. Madre de familia.
Profesora de Educación en la Fe y Desarrollo Humano
Estaba en el sexto mes de mi segundo embarazo, era abril, hace nueve años, salí
de la casa de mis padres junto con mi hija que en ese entonces tan sólo tenía tres años.
Pocas cuadras después un hombre armado nos asaltó y nos obligó a dirigirnos a un sitio
obscuro y solitario, siempre amenazando con “picar” a mi pequeña hija, poniéndole el filo
de la navaja encima.
Durante todo el tiempo del robo me amenazaba con que si hablaba o gritaba “me
iba a picar la panza o iba a picar a mi hija”, yo tenía un miedo aterrador, no sabía qué
hacer, me sentía impotente.
Una vez consumado el asalto, nos obligó a irnos a un sitio aún más obscuro donde
volvió a insistir en que tenía que hacer todo lo que dijera si no quería que mis hijos (la
niña y el gestante) fueran dañados. Ese fue el momento en que el tipo abusó
sexualmente de mí, humillándome, degradándome, violentando mi integridad física y
emocional, todo esto ante la presencia de mi pequeña hija. Durante todo el tiempo del
ultraje, las amenazas que ejercía sobre mi vientre y sobre mi hija me obligaron a cumplir
todos los mandatos del violador.
Sólo pensaba en proteger la vida de mis dos pequeños y la mía, por mi mente
pasaban mil ideas aterradoras, de verme no sólo violada sino la posibilidad de ser
asesinadas. Finalmente él huyó.
No sabía qué hacer, sólo me invadía un gran sentimiento de rabia, asco, miedo e
impotencia. Regresé a la casa de mis padres deshecha, humillada y con una gran
preocupación por mis pequeños. Mis hermanos al enterarse salieron corriendo en
persecución del violar, fue imposible encontrarlo, no lo hallaron. Inmediatamente mi
hermana localizó a mi esposo en el trabajo. Cuando él llegó, juntos decidimos lo que
debíamos hacer, las mujeres jamás estamos preparadas para actuar frente a algo así, no
nos imaginamos siquiera que podemos ser víctimas de abuso sexual.
Decidimos que lo mejor era denunciar el hecho ante las autoridades, yo lo hice
con la esperanza y el rabioso deseo de que esta violencia de la que habíamos sido
víctimas no quedar impune y se castigara con todo el rigor al culpable, de esto hace
nueve años y el violador aun sigue libre.
A partir de ese momento todo lo que vivimos como familia fue muy doloroso, la
denuncia, revisiones médicas, revivir en cada declaración el miedo y la humillación, sólo
el apoyo y el amor de mi esposo me dieron fuerzas para continuar del lado de la vida.



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: finamex Enviado: 14/06/2015 04:47
Mi gran angustia era saber qué tanto daño había causado esta experiencia en mi
hija y en el pequeño por nacer.
Desde entonces me vi sometida a terapias, primero en el Centro de Apoyo a
Mujeres Violadas, donde si hizo también una valoración a mi hija para saber cómo había
vivido ella este hecho, y qué tanto daño había sufrido. Después el largo camino entre
especialistas, psiquiatra, terapias particulares, grupos de apoyo, etc., pero siempre se
mantenía en mí el deseo de venganza, de odio, de culpa, y, sobre todo de un profundo
dolor del cual no sabía como liberarme.
Físicamente el daño fue sanado, mi hija tiene ahora doce años y mi hijo ocho, son
dos niños sanos y felices. Ella no guardó en su memoria nada de lo ocurrido, y como
familia estamos los cuatro juntos y vivos. Sin embargo para mí han sido nueve años de un
profundo daño emocional, a pesar de remedios y terapias, amigos y solidaridades. Mi
vida estaba estancada en el dolor, la rabia, el miedo y las fantasías de venganza.
Recientemente recibí una invitación a escribir un artículo sobre el perdón. Mi
primera reacción fue de una gran sorpresa, pero sobre todo de una gran indignación.
Algunas veces el crimen de una persona contra otra es tan terriblemente atroz, que el
perdón parece algo inconcebible ¿cómo podría yo perdonar una agresión de esta
magnitud a mi libertad personal, un ataque a mi cuerpo y a mi integridad?, ¿cómo
perdonar esta experiencia traumática, violenta y dolorosa?, ¿cómo perdonar que la vida
de mis hijos estuviera en peligro?, ¿cómo perdonar la herida que esta violación causó
también en mi esposo?, ¿perdonar?... no me creí capaz de hacerlo.
Entonces empecé a pensar lo que significaría realmente perdonar, y en el
beneficio que esto podría traer a mi vida.
¿Qué promesa podría encerrar para mí el perdón?. Tal vez la de terminar con esta
batalla interior de nueve años y vivir con más paz y amor. Tal vez encontrar la respuesta
de vivir por medio del perdón la libertad de seguir adelante sintiéndome mejor conmigo
misma y con la vida.
Hay mucho que decir sobre las razones para no perdonar a la gente que nos ha
dañado, pero estoy descubriendo que el perdón es un desafío y requiere de mucha
valentía. Cuando me pregunto ¿por qué debo perdonar? Mi respuesta es, porque es la
única manera de sobreponerme al dolor inmerecido, y porque me ofrece la esperanza de
vivir más plenamente. Así que opté por el perdón, por terrible que haya sido la agresión
que sufrí, siento que lo peor que puedo experimentar es no lograr perdonar.
Inicié el camino y visualicé cómo me sentiría si perdonara, este ejercicio me dio
paz y alivio, iniciaba un nuevo modo de caminar.
Afortunadamente no tenemos que saber con precisión cómo perdonar, ni siquiera
qué es el perdón, pero un primer paso en mi proceso ha sido tratar de abandonar la lucha
contra lo ocurrido, una lucha en la que me mantendría como perdedora, y aceptar que
esto forma parte del pasado y que no hay nada que pueda cambiar ese hecho, y que lo
que necesito es circular por otras vías que hagan avanzar mi vida. De lo que sí estoy
segura es que el perdón es algo poderoso, deseable y que merece la pena ser
conseguido, porque estoy convencida que los resultados van en mi propio beneficio.
Quiero hacer del perdón una forma de vida, que me convierta de víctima a una
persona capaz de experimentar cada instante como algo nuevo, con amor, claridad, sin
temor ni culpa. Estar en paz con los que me rodean, estar en paz conmigo misma y ser
feliz, poder tener posibilidades futuras y no perpetuar esta experiencia de abuso en mi
vida.
Todo esto no significa que perdonado pueda justificar o aceptar la violencia y la
conducta del hombre que me agredió. Porque perdonar no significa que cualquier mujer
que haya sido violada deje de tomar medidas legales ante su agresor, está en todo su
derecho, y debe hacerlo, yo lo hice. Pero además de denunciar, debemos abrirnos a la
posibilidad de optar por el perdón. Porque el perdón en sí mismo, es para quien perdona,
no para el perdonado, libera al que perdona de tener que vivir una y otra vez el hecho
que le hiere.
Cuando decidí iniciar mi proceso de perdón se manifestaron con mayor intensidad
todo el dolor, tristeza, resentimiento y culpa que había tratado de ocultar. Ha sido un
proceso lleno de gran ansiedad y de mucho sufrimiento, de tratar de liberar todos estos
sentimientos, de reconocer mi dolor y permitir que salga. Me ha costado tantas lágrimas,
pero también he sentido mucha alegría y una gran gratitud hacia Dios por llevarme de la
mano y permitirme vivir esta etapa de reconciliación conmigo misma y la vida.
Mi propósito de perdonar ha sido no sólo entender cuales son los sentimientos
que me han surgido, ni por qué los estoy sintiendo. El verdadero propósito de reconocer
y expresar mis sentimientos es permitir descargarlos y expulsarlos de mi cuerpo. Saber
vivir con mi dolor pero que este no me derrote, que no se alberguen más en mi corazón
el odio, el rencor y el deseo de venganza, con el perdón quiero darme un regalo de amor
a mí misma, no permitir que este hombre siga abusando de mí cada que recuerdo lo
ocurrido. Quiero proponerme no darle la satisfacción de herirme o de sacarme más de lo
que ya se llevó de mi paz y alegría.
Quiero dar lugar a que llegue a mi vida la reconciliación y el amor para sentirme
bien en el presente.
En este camino de abrirme a la alegría y al amor he pensado mucho en la bondad
de la vida, he sentido a Dios, sin hacer nada más que recibirlo en mis oraciones. Tratando
de escuchar su voz en mi interior. Pidiéndole que me enseñe a entender el verdadero
significado del perdón, que me ayude a abrirme a todo lo que existe en la vida,
incluyendo lo doloroso.
El perdón es una decisión muy personal de la cual podemos crear un nuevo
comienzo a partir del dolor de nuestro pasado, ese que nunca debió existir, pero que
está presente. Si intentamos perdonar, al principio lo haremos paso a paso, nadie es
experto. Pero, ¿qué importa?. Todos somos principiantes. Caminemos de la mano con
dios y superemos la herida que no merecíamos.


 
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