El hombre siempre está tentado a presumir de algo, por haber descubierto alguna cosa, por haber hecho un acto de caridad, por haber superado a los demás, etc…
Creemos que si los demás se enteran de nuestros logros seremos mejores, es un error casi común y parece no ser dañino, pero el resultado es destructivo.
Los líderes religiosos tal vez presentaron a la mujer adúltera ante Jesús con aires de suficiencia y exigían la pena de muerte, cuando Jesús les dijo, “Aquel de ustedes que esté sin pecado, que arroje la primera piedra”, todos desaparecieron dejando solo a Jesús y la mujer, ¿Ya nadie te condena? Preguntó Jesús, ella dijo: “nadie, Señor”, “Tampoco Yo te condeno. Vete y no peques más” (Juan 8:7-11)
Jesús tenía todo el derecho de ejercer su poder y PRESUMIR de su perfección aquel día, sin embargo, tengamos en cuenta la BONDAD en sus Palabras. Él no aprobó su pecado, pero le dio una oportunidad de elegir una vida mejor, fijémonos, las Palabras de Jesús fueron muy poderosas por el amor detrás de ellas.
No esperemos a que los demás hagan cosas que merezcan unas palabras de bondad de nuestra parte, pues si es así tal vez nunca abramos la boca. En cambio, aprovechemos cada oportunidad posible para mostrar el poder de las PALABRAS BONDADOSAS.
“LA BONDAD NO REFLEJA DEBILIDAD, RECORDEMOS QUE DIOS MOSTRÓ SU PODER A TRAVÉS DE PALABRAS BONDADOSAS"