En el siglo XIX,
en una mansión ubicada en Avenida Agraciada y la calle Joaquín Pereira,
vivía el matrimonio de Merceditas Aguirre y el Dr. Arenas, un abogado
muy conocido en la época.
Merceditas era una mujer muy hermosa,
veinte años menor que su esposo. Era pretendida por varios hombres de su
círculo social, pero el acaudalado licenciado conquistó su corazón.
A los pocos meses del casamiento, la
mujer desapareció. Muchos, intrigados, le preguntaron al abogado que
pasaba con Merceditas, si estaba enferma, a lo cual contestó que había
viajado a Europa a terminar sus estudios.
Pasó un tiempo y también se dejó de ver
al Dr. Arenas. Solo quedaron en la mansión los sirvientes, que por
muchos años vivieron allí, hasta que con los años no quedó nadie en la
casa.
Años después, la mansión fue adquirida
por otra familia, quienes comentaban que pasaban cosas extrañas. Por la
noche se escuchaban gritos sin saber de dónde venían y ruidos metálicos.
Luego de un período de miedos, los nuevos habitantes se fueron
acostumbrando.
Un día decidieron realizar reformas en
la mansión. Una de las habitaciones que querían agrandar era la
biblioteca. Para ello, contrataron a unos obreros, pero al demoler una
de las paredes, la pesadilla comenzó.
Detrás de los bloques se encontraron los
restos de Merceditas, momificada y con el cuello cercenado de forma
tenebrosa. Luego de este hecho, la familia decidió irse a toda prisa,
para nunca más volver.
Hasta el día de hoy la mansión permanece
cerrada y abandonada, destruyéndose con el paso del tiempo. Vecinos del
lugar comentan que siempre se escuchan por la noche gritos y ruidos,
hacen las denuncias pertinentes, pero la policía va y no encuentra nada.
Del paradero del Dr. Arenas no se supo
más nada, se cree que viajó a Europa, dado que sucedieron muchos
asesinatos con el mismo patrón en España que no fueron resueltos. Se
presume que él fue el culpable de esos crímenes y de la muerte de
Merceditas.