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Según
la leyenda, había un abad muy generoso en un monasterio. Jamás negaba
alojamiento a nadie y siempre daba todo lo que tenía. Lo extraño del
caso es que cuanto más daba, más próspero se volvía el monasterio.
Al
morir el viejo abad, fue sustituido por otro de naturaleza totalmente
opuesta. Era mezquino y muy poco generoso. Un día llegó un anciano al
monasterio pidiendo alojamiento. Le contó al nuevo abad que años atrás
ya le habían acogido por una noche. El abad se negó a alojarlo, alegando
que el monasterio ya no podía darse el lujo de ser tan hospitalario
como antes.
-Nuestra
abadía ya no puede ofrecer pensión a los extraños, como hacíamos cuando
éramos más prósperos, porque ya nadie hace ofrendas para nuestra obra.
-No me sorprende, dijo el anciano. Creo que se debe a que echaron a dos de los más importantes habitantes del monasterio.
-No recuerdo que jamás hayamos hecho eso, respondió el abad desconcertado.
-Sí que lo hicieron, replicó el anciano.
-Eran gemelos: uno se llamaba Dad y el otro Se os dará. Como echaron a Dad, Se os dará decidió irse también.
José Luis Prieto