LA VENDEDORA DE FLORES
La vendedora de flores sonreía;
su arrugado rostro resplandecía de gozo.
Por impulso, tomé una de sus flores.
- Se ve usted muy feliz esta mañana - le dije.
- ¡Claro! - exclamó -. Sobran los motivos.
Aquella mujer vestía tan pobremente y se veía tan frágil,
que su actitud me intrigó.
- Sobrelleva sus problemas admirablemente - la elogié.
Ella me explicó entonces:
Cuando crucificaron a Cristo, el Viernes Santo,
fue el día más triste de la historia.
Y tres días después, ÉL RESUCITÓ.
Por eso, he aprendido a esperar tres días
siempre que algo me aflige.
Las cosas siempre se arreglan,
de una u otra manera, en ese tiempo.
Seguía sonriendo al despedirse de mi.
Sus palabras me vienen a la mente
cada vez que estoy en dificultades:
"Hay que esperar tres días".
Patt Barnes