Nadie alcanza la meta con un solo intento,
ni perfecciona la vida con una sola rectificación,
ni alcanza altura con un solo vuelo.
Nadie camina la vida
sin haber pisado en falso muchas veces.
Nadie recoge cosecha sin probar muchos sabores,
enterrar muchas semillas y abonar mucha tierra…
Nadie llega a puerto sin remar muchas veces.
Nadie hace obras sin martillar sobre su edificio,
ni cultiva amistad sin renunciar a si mismo.
Nadie llega a la otra orilla
sin haber construido puentes para pasar.
Nadie deja el alma lustrosa
sin el pulimento diario de la vida.
Pero nadie deja de llegar,
cuando se tiene la claridad de un don,
el crecimiento de su voluntad, la abundancia de la vida,
el poder de realizarse y el impulso de si mismo.
Nadie deja de llegar
cuando en verdad se lo propone.