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Cada vez que José Mujica sale en televisión, triunfa. La
última ocasión en la que el expresidente de Uruguay fue elogiado de
forma mayoritaria en las redes sociales fue la noche del domingo, con
motivo de la nueva entrevista que le hizo Jordi Évole para su programa Salvados. Pero ¿por qué gusta tanto su discurso? ¿Por qué cae, por lo general, tan bien?
En primer lugar y como explica Luis Arroyo, consultor de comunicación y autor de El poder político en escena,
Mujica “contrasta mucho con el resto de políticos, es el antilíder”.
Arroyo recuerda haber acudido a unas jornadas en Montevideo que
inauguraba el expresidente uruguayo: “Estaba en la puerta del hotel
fumando y llegó Mujica, que entró sin escolta, como uno más”. Su
aparente cercanía no es una pose, subraya, citando a gente que le conoce
personalmente.
El analista político Antoni Gutiérrez-Rubí nos da cinco claves para entender en qué consiste esta imagen de antilíder:
1. Su sentido del humor. Se trata de un humor
“profundo que combina cierto aspecto socarrón con un cinismo intelectual
muy brillante y muy lúcido”.
2. "La profundidad de su pensamiento", a pesar de
la aparente simplicidad de los conceptos. Influye no solo el uso de
palabras sencillas, sino también su hablar lento y pausado. “Sus frases
parecen cargas de profundidad”.
3. Su “carácter irreductible”. En opinión de
Gutiérrez-Rubí, su trayectoria muestra a “un hombre insobornable e
irreductible, al que no es posible cambiar”. Hay que recordar que pasó
14 años en la cárcel y no ocultó su pasado en la guerrilla: “Sufrí, pero
no te puedes aferrar al odio -explicó a The Guardian en
referencia a la votación que mantuvo la ley de amnistía para la
dictadura que le encarceló y torturó-. No sería la persona que soy si no
hubiera vivido esos años”.
4. Su “coherencia en la manera de vivir y de
pensar”. Sobre todo por la relación “entre lo público y lo privado, lo
cual tiene un valor y un atractivo muy importante hoy en día”. Siendo
presidente, Mujica vivía en su casa de hacía 30 años, en lo que
consideraba una forma de luchar por su libertad personal. También siguió
conduciendo su viejo Volkswagen Escarabajo de 1987 y donó el 90% de su
salario.
5. Es un “sabio”, explica Gutiérrez-Rubí, es
decir, una persona que habla “desde el corazón, desde la experiencia,
desde el sentido común”. Este discurso choca “frente a tanto charlatán y
pedante”.
Arroyo coincide: “Es el abuelito tierno,
encantador, frugal, sabio…”, que “contrasta con la política del
espectáculo” a la que estamos acostumbrados. Su imagen se ha convertido
en un símbolo global sobre todo por su discurso, en contraste con
“otros líderes políticos que cuando hablan no sabemos ni lo que dicen”,
añade Gutiérrez-Rubí.
También apunta un matiz importante: hay que
entender que el personaje surge en un país como Uruguay, con tres
millones y medio de habitantes, un estado “estable, con seguridad y una
economía saneada. Es decir, que se puede permitir un personaje como
Mujica”. Arroyo cree que sería “improbable” que surgiera un político
similar en un país con problemas sociales y económicos más graves, y
pone como ejemplo las dificultades por las que está pasando Dilma
Roussef, presidenta de Brasil. Mujica “es efectivo porque es
excepcional. Lo que él hace no lo podría hacer cualquiera ni en
cualquier sitio".
De hecho, Gutiérrez-Rubí recuerda que en Uruguay,
“su figura es más controvertida, tiene detractores y simpatizantes”, a
pesar de que se retiró con un índice de aprobación del 65%. Al fin y al
cabo, es imposible que todo el mundo esté de acuerdo no ya con sus
ideas, sino también con su forma de aplicarlas.
Lo cierto es que en España no hay una figura similar, aunque
Gutiérrez-Rubí destaca “la influencia de los sabios en el espíritu del
15-M”, con figuras como José Saramago, Federico Mayor Zaragoza, José
Luis Sampedro y Manuel Castells, entre otros, “que han tenido una
influencia muy importante”, en gran medida porque “reúnen alguna de
estas características” de Mujica.
Es decir, es muy posible que no podamos tener a un Mujica
presidiendo el gobierno de España, pero sí parece que valoramos, a
quienes sostienen un discurso similar y nos recuerdan que hay otras
maneras de hacer política.