Este periódico cuenta, como saben, con una edición para América, dirigida a los países hispanohablantes de ese continente. Recibo con frecuencia correos de lectores americanos que aportan ideas y, a más a menudo, formulan quejas sobre los contenidos del diario. Me sorprendió, sin embargo, el breve mensaje que me envió un lector de México, Jorge Pedro Uribe, en el que me decía de forma tan educada como perentoria: “Es importante que se deje de llamar ‘latino’ al mexicano… los mexicanos no somos latinos, y ni siquiera latinoamericanos (que sería más correcto), sino mexicanos”.
El Libro de Estilo de EL PAÍS, en total sintonía con el diccionario de la RAE, define así Latinoamérica o América Latina: “El conjunto de países del Nuevo Mundo que fueron colonizados por naciones latinas: España, Portugal y Francia”. Está claro que México está incluido.
El mismo manual da preferencia a este término frente a los de Hispanoamérica e Iberoamérica —en principio más realistas—, que se deben usar únicamente en referencia a una realidad lingüística y cultural de origen español, en el primer caso, o hispano-portugués, en el segundo. Obviamente, se respetan también ambos términos cuando forman parte del nombre de una institución o figuran en una cita textual.
He preguntado por el trasfondo de la cuestión que suscita el lector a Carlos Marichal, profesor y ensayista, miembro del Colegio de México, hijo de españoles, nacido en Estados Unidos y nacionalizado mexicano.
Los mexicanos comparten una lengua y una cultura con argentinos, chilenos o colombianos, y de alguna forma común tendremos que poder llamarles
Respecto a que sus compatriotas no sean latinos, Marichal explica en un correo electrónico: “Es un prejuicio de la persona que escribe pero muy difundido. En México mucha gente suele decir México y América Latina como si el país no fuera parte de Latinoamérica”.
Marichal cree que esto es debido a la fuerte identidad nacional de México. “Lo de ser latinoamericano es bastante más débil que en países de menor trayectoria histórica”.
Y añade: “En México el problema es agudo porque el discurso nacionalista ha sido dominante, porque el legado prehispánico es tan fuerte (más de 4.000 años de historia) antes de la conquista... y porque en la cultura local la identidad o identidades son tan fuertes y coloridas...”.
Lo cierto es que los términos América Latina, o Latinoamérica, fueron acuñados en el siglo XIX por intelectuales de las nacientes repúblicas independientes de América, residentes en París. En un ensayo dedicado a este tema, Marichal atribuye al escritor colombiano José María Torres Caicedo la paternidad de la expresión. Y afirma: “Fue significativa la difusión del término y concepto de América Latina en esta época a partir de los esfuerzos políticos de los diplomáticos y los escritores expatriados en la capital francesa que se esforzaron por promover una imagen de unidad latinoamericana frente a agresores extranjeros”.
En las últimas décadas, coincidiendo con la emigración masiva de hispanoamericanos a Estados Unidos, Marichal recuerda que se han ido afianzando denominaciones más cortas para referirse a ese colectivo, como hispanics (hispanos) y latins (latinos).
Son los propios mexicanos radicados en Estados Unidos los que utilizan con total normalidad ambos términos. Como lo hacía Jorge Ramos, periodista de la cadena mexicana Univisión que protagonizó un famoso enfrentamiento verbal con el magnate Donald Trump, en una entrevista publicada por El País Semanal el mes pasado.
Los mexicanos son, obviamente, americanos, y más concretamente norteamericanos. Deberíamos utilizar estos términos con más frecuencia, pero no lo hacemos porque la superpotencia estadounidense los ha monopolizado. Esta misma semana nos referíamos en este periódico a “tropas americanas”, como si fuera sinónimo de “tropas estadounidenses”, tal y como me señala un lector, Dionisio Rodríguez Castro, lamentando que perpetuemos ese error.
Ahora bien, es indudable que los mexicanos comparten con argentinos, chilenos, peruanos o colombianos una lengua y un legado cultural hispánico y de alguna manera común tendremos que poder llamarles.