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De: LEO-MARI (Mensaje original) |
Enviado: 21/01/2016 15:08 |
"Quédate aquí", dijo la
mujer aparentando afecto. Aquí vas a estar bien. Verás correr a los perritos y te vas a entretener." Luego puso una bolsa con pañales a su lado y una nota escrita que decía: "Me
llamo John King; padezco la enfermedad de Alzheimer", y desapareció, abandonando al anciano en una pista de carreras de perros.
La que abandonó al anciano era Sue Gifford, mujer de cuarenta y un años
de edad. El anciano abandonado era su propio padre, de ochenta y dos
años, y víctima de Alzheimer. Para librarse de la "carga" que significa
esa enfermedad, la hija lo llevó a una pista
de carreras de perros y lo abandonó en su silla de ruedas. El juez la
condenó a seis años de prisión.
Este caso, que apareció en uno de los periódicos de Estados Unidos, conmovió a toda la comunidad.
Se sabe
que la enfermedad de Alzheimer es dolorosa. Deja a la persona totalmente
inhabilitada. No puede valerse por sí misma en nada.
Es un caso patético del ser humano que ha perdido lo mejor que tiene: la chispa de la inteligencia.
Esa es la condición de la víctima de Alzheimer. Es una muerte en vida.
No obstante, hay una ley universal que descansa sobre el ser humano:
"Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios" (Éxodo 20:12).
Es el quinto mandamiento del decálogo de Moisés.
Abandonar a los padres ancianos por cualquier causa que sea, y
especialmente si es sólo por quitarnos de encima el "estorbo" que ellos
nos resultan, no es sino ingratitud, desprecio y sobre todo deshonra.
En muchos lugares hay excelentes establecimientos especializados para
prestar la atención debida a los ancianos. Y muchos hijos, con sabiduría
y cariño, internan allí a sus progenitores inhabilitados. En algunos
casos especiales y según las circunstancias,
ésta puede ser una buena opción, sobre todo si los hijos no los
abandonan, los visitan y están pendientes de sus necesidades,
demostrando preocupación y ternura.
Sin embargo, cuando se da el caso de hijos que no tienen la facilidad de
internar a sus ancianos padres en lugares como esos, tiene que ponerse
en juego otros recursos. Aquí es donde entra un amor muy especial y un
cariño único.
El mandamiento de honrar a los padres viene de Dios. También viene de
Dios, para quien lo desee, la inspiración, la paciencia y la
determinación de proceder conforme a los eternos y justos mandamientos
divinos.
Honremos a nuestro padre y a nuestra madre. Algún día seremos nosotros quienes estemos en sus zapatos.
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GRACIAS POR EL RELATO, MI LEITO Y POR LA REFLEXION. FELIZ DIA, PRECIOSA
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De: JuanJ |
Enviado: 22/01/2016 10:43 |
Excelente reflexión ... Gracias mi querida amiga Leonor por enviarla.. Feliz día.. JJ
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