Debemos amar de tal manera que la persona a la que amamos se sienta libre. El amor no es un barco que necesite ser anclado. Al amor hay que dejarlo a la deriva pero sin soltar el timón. Por supuesto que no es fácil, nadie dijo que lo fuera, pero la recompensa merece el esfuerzo.
Tenemos que liberarnos de esa idea de esclavitud consentida que nos somete en las distancias cortas y en las largas. Puede que una relación se fundamente en un principio en el amor pero que, a su vez, coleccione motivos para marcharse.
Así, aunque no es fácil, la construcción de una relación enriquecedora y cálida depende de si cada uno tiene un tiempo reservado para tejer sus alas, lavarlas, cuidarlas, mimarlas y echar a volar. O sea, que no exista la coacción, solo la libertad.