-¡Qué notable! -se admiró el rey.
Le tocó el turno al último aspirante al trono. Este era Trum, el más ambicioso de los tres.
-A mí también me sorprendió el temporal -afirmó-. Pero mis manos no bastaban porque yo comandaba toda una flota.
Trym, Trom y Erico el Viejo lo escucharon con atención:
-¿Qué hice entonces? Llamé a Rayo de Fuego, mi caballo que anda por la tierra y el mar...
...Lo
monté y recorrí con él el fondo del mar, hasta llegar a la costa.
Entonces tomé las raíces de todos los árboles, hice una trenza con
ellas, las até a la cola de mi caballo y remolqué al país entero hasta
donde estaban los barcos.
-¡Increíble! -se sorprendió el rey.
-Así es señor; puesto que las naves no podían llegar a la costa, yo acerqué la costa hasta ellas.
-¡Extraordinario!
Trum miró a su alrededor, seguro de haber ganado el derecho al trono.