Envuelvo a otros en mis oraciones de luz, amor y paz.
Mis oraciones por seres queridos alinean mi mente y corazón con la verdad de que vivimos juntos en la luz y el amor de Dios. En este espíritu de unidad, aquieto mis pensamientos y me dirijo a Dios en mí. En meditación silenciosa, mantengo a mis amigos y familiares en oración.
Los veo como seres de luz, guiados por la sabiduría divina, irradiando vida y energía, saludando cada día con un espíritu de amor y paz. Conozco esta Verdad para ellos: Son más que cualquier reto que puedan enfrentar. Todos somos expresiones de Dios, amorosas, compasivas y amables. Dejo ir cualquier sentimiento de preocupación, sabiendo que las personas por quienes oro son guiadas a su bien.
Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen unos a otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes unos a otros.—Juan 13:34
Practico principios espirituales para crear una vida centrada divinamente.
Me esfuerzo por vivir partiendo de mis valores y creencias espirituales. Incluso si no pertenezco a una comunidad de adoración, puedo practicar la Verdad que conozco.
Mis pensamientos proveen la base para alinear mi mente con el espíritu en mí. Vivo basado en los principios y enseñanzas de mi fe. Luego, me aseguro de reflejarlos en mis pensamientos y acciones según interacciono con las personas y en las situaciones a mi alrededor. Trato a los demás con amor y amabilidad partiendo de un lugar de honestidad, generosidad y perdón. Determino vivir basado en mi Verdad espiritual, afianzado a Dios con todo mi ser. Practico principios espirituales para crear una vida centrada divinamente.
El Señor te ha dado a conocer lo que es bueno, y lo que él espera de ti.—Miqueas 6:8
La historia de mi vida está en continuo desenvolvimiento. A veces, puede sentirse como un drama, una comedia, un romance o una tragedia. Sin importar el género de mi situación actual, reconozco que soy el autor de la historia de mi vida. Si me encuentro reviviendo la misma narrativa una y otra vez, puedo elegir editar el libreto.
Evalúo mis experiencias alejándome mentalmente del drama humano. En su lugar, visualizo escribir un título de autoayuda. Edito y elimino cualquier creencia o pensamiento que no sirva a mi crecimiento y poder espiritual. Afirmo que yo soy un ser poderoso creado a imagen y semejanza de Dios. La historia de mi vida es un relato edificante para la gloria de Dios.
Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno de ustedes es un miembro con una función particular.—1 Corintios 12:27