En el caso de la izquierda latinoamericana, la simpatía con Putin es de una incongruencia asombrosa. Si alguien ha experimentado los estragos del imperialismo ha sido precisamente la izquierda de América Latina. Sólo en la segunda mitad del siglo XX, varios países sufrieron lo indecible por el intervencionismo vergonzoso de Washington. Es incomprensible que hoy tantas de esas mismas voces, que en otros momentos han hecho gala de memoria histórica precisa, justifiquen las tropelías de Putin.
No está de más subrayarlo: El Gobierno ruso es hoy la personificación de todos los vicios que en su momento denunció (y sufrió) la izquierda latinoamericana por los abusos de Washington. El ataque a Ucrania, una nación soberana y democrática, es un acto imperialista por definición. Y no se trata de una interpretación: Putin mismo lo ha explicado en esos términos.
No solo eso. El Gobierno ruso es responsable de una lista creciente de atrocidades en Ucrania, crímenes de guerra comparables con los peores momentos de la maquinaria de guerra estadounidense en su versión más oscura. Está documentada la tortura, ejecución e incluso violación sexual de civiles ucranianos. Los detalles son repugnantes.
Además: Las figuras de izquierda que deciden celebrar a Putin o colaborar con el Gobierno ruso en cualquier capacidad, están siendo útiles al hombre que, de la manera más siniestra, ha hundido al mundo en la zozobra nuclear. Y esto no es cualquier cosa. Es Rusia y sólo Rusia la que está amenazando con el uso de armas nucleares. A esto hay que sumarle la detención sumaria de civiles y la sentencia corrupta de opositores políticos (esto cuando no son asesinados).
No hace falta ser experto en la historia para saber que todo lo anterior equivale precisamente al imperialismo que tanto daño hizo en América Latina. Y no sólo aquí. El ejército estadounidense cometió esos atropellos en Vietnam y en Iraq, para empezar. En aquel momento, la izquierda fue valiente y no dudó en censurar el comportamiento atroz de Washington. Pero eso hace todavía más incomprensible y lamentable que hoy, que tienen enfrente a una copia casi exacta de aquella barbarie, pero esta vez en Moscú, no tenga la valentía moral para denunciarlo.
Esa no es la altura moral que promete la izquierda latinoamericana. Eso es ignorancia profunda, o cinismo equivalente. Y es una pena.
Continuará con respecto a China que no son unos angelitos...