Durante los años 20, el médico Serge Voronoff se dedicó a realizar una serie de extrañas cirugías y, lo que es más sorprendente, las puso de moda. El procedimiento era relativamente sencillo: tomaba los testículos de un mono y los introducía en el cuerpo de un humano. La gente hacía cola para ponerse en manos del doctor Voronoff, pero no por capricho. El motivo era mucho más profundo, porque con esas operaciones el médico ruso prometía “curar” la vejez. La eterna juventud parecía posible y consistía en testículos de mono.
Si leemos esto desde nuestras poltronas del siglo XXI corremos el riesgo de tachar la idea de “locura” y no iríamos del todo desencaminados, pero estaríamos siendo algo injustos. De algún modo aquel galeno consiguió meterse en el bolsillo a miles de personas, muchas de ellas con una brillante trayectoria académica. ¿Cómo es posible? ¿Acaso tenía el doctor Voronoff buenos motivos para defender su estrambótica hipótesis?