Un ermitaño del monasterio de Esceta se aproximó al Abad Teodoro.
- Sé exactamente cuál es el objetivo de la vida. Sé lo que Dios pide al hombre y conozco la mejor manera de servirlo. Y, a pesar de eso, soy incapaz de hacer todo lo que debería estar haciendo para servir al Señor.
El abad Teodoro permaneció un largo tiempo en silencio. Finalmente dijo:
- Tú sabes que existe una ciudad al otro lado del océano. Pero aún no has encontrado el barco, no has subido tu equipaje y no has atravesado el mar. Por qué estar hablando de ella, o de cómo debemos caminar por sus calles?