HARIEL, Dios creador.
Se le debe invocar : del 1 al 6 de junio (aprox.). Los nacidos en estas fechas pueden invocarlo todo el año y en cualquier momento.
En el ciclo diario : de las 4.40 a las 5 h. después de la salida del Sol.
Lo que puede obtenerse de HARIEL :
1º.- Que las mentes perversas se hagan piadosas; que los descreyentes vuelvan a la fe.
2º.- Verse liberado de malos hábitos y conseguir la purificación de las costumbres.
3º.- Inspiración en el trabajo y descubrimiento de nuevos métodos en la profesión.
4º.- Conseguir que la bondad penetre en la mente de las personas.
5º.- Protección contra las falsas creencias.
Plegaria
HARIEL : Dios creador.
Pero el Eterno es mi retiro. Mi Dios es la roca de mi refugio.
HARIEL : Limpia, Señor, mi cuerpo de Deseos,
a fin de que mi boca sólo exprese palabras gratas;
dame, HARIEL, fuerza y valor para enfrentarme con mi destino,
cambiando en bien el mal que hice.
Pon luz en mi mente, Señor HARIEL,
para que a través de mi verbo puedan reconciliarse
esos eternos enemigos que son el corazón y la cabeza.
Que mi verdad, Señor, sea siempre Tu Verdad;
que mis convicciones no se aparten de la Ley Cósmica;
que mi arte exprese de algún modo tu celeste armonía;
que mi técnica y mi trabajo humano
sirvan para hacer más evidente y diáfana tu Obra.
Haz de mi, Señor HARIEL, una puerta abierta
para que ateos o impíos puedan descubrirte y amarte.
HARIEL exhorta :
El Eterno me ha dado potestad para que conciliara
los intereses de tu mente con los de tus sentimientos.
Quiero, peregrino, que seas en mi nombre,
el que hace convergentes dos mundos opuestos;
el que integre en un tono armonioso
la razón y los variopintos deseos.
Si cumples mi mandato, si eres el fiel intérprete de mis poderes,
Yo abriré tu espíritu al deslumbrante mundo del Reish,
a ese universo oculto donde las tinieblas se hacen luz,
y verás con tus propios ojos, y comprenderás con tu razón
cómo los hombres generan su destino
en su eterno vagar por la materia.
Eres portador, peregrino, de un raro privilegio
y por ello debes medir tus palabras,
a fin de que tus labios expresen siempre
esa doble verdad emotiva y razonable
que hace coherentes y comprensibles todas las cosas.


